El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

sábado, 30 de abril de 2011

Mercadona, sin bolsas


Otros que se suman a la moda de lo políticamente correcto y dejan de dar bolsas (gratis, claro, pagando las que quieras).

¿Preocupación por el medio ambiente? Y una mierda. Dejando de lado informes y estudios que se descojonan de esa medidas y que incluso las ven contraproducentes, me juego un riñón y la yema del otro a que en realidad lo que buscan es pasta, más pasta. Como siempre.

Nos tocará ir a otros supermercados donde aun den las bolsas. Ya se lamentarán cuando vean que pierden esas compras ocasionales de... ya que estoy aquí... por el simple freno psicológico de "como no llevo bolsa, ya volveré", y no vuelvo.

Que si, que son unos pocos céntimos (unas diez veces más de lo que cuestan, por otra parte), pero el ser humano es muy rata. Se lo piensa y pasa palabra.

Al menos con esta medida, los Roig pasarán de ser ricos a asquerosamente ricos. Siempre sirve para algo.

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martes, 19 de abril de 2011

Aquellas fiestas llenas de ganchitos, Pink Floyd, calor, guitarritas y gilipollas

Quizá sea una indigestión, o un exceso de Rammstein antes de acostarme, pero esta noche me he despertado empapado en sudores fríos. Había recordado, en un siniestro deja , esa mierda de fiestas con la que nos atorraban los veranos en mi ya (¡ah!) lejana adolescencia.

En un pueblo perdido en medio de ninguna parte, con padres que curraban unos en plan rodriguez y otros volviendo por la noche al chalet a pegar una cabezada, y unas madres dedicadas a sus amigas, sus labores, hacer calceta, comprar o vayausté a saber que, los chavales intentábamos matar el tedio de las maneras más atroces.

A la piscina, las motocicletas, las pocas horas en que el pub (singular) del pueblo estaba abierto o tirarle piedras a los municipales, sólo quedaba añadir el malhadado recurso de las fiestas particulares. Ojalá nos hubieramos dedicado al noble arte del crucigrama antes de cruzar esa delgada línea roja entre la locura y la cordura.

Pero... pero no todas las casas daban de sí lo suficientemente para que un montón de mangurrinos nos reuniéramos, así que el asunto se focalizaba en unos pocos domicilios.

De ellos destacaba uno, de cinco (CINCO) hermanos (número ya elevado en su día, y no es que tenga nada en contra de las familias numerosas, antes al contrario, pero pienso que en ese caso concreto a un catolicismo mal digerido se unía una alta dosis de gilipollismo, como se verá). Tres de ellos varones y dos hembras.

De las hembras nada supe entonces, una era la mayor, unos diez años más que nosotros, por lo que hacía su vida y si me he llenado el coño de algo raro, ya paso la esponja (y se lo llenaba, por lo que se sabía), y la otra era una niñita pequeñita. Pero los chavales estaban en medio y a ellos y a su puta guitarrita si que los sufríamos en esas fiestas interminables y absurdas donde los ganchitos se nos atragantaban con tanta guitarra de canción protesta, Jesucristosuperstarcamilosesto, los Pink Floyd y Vangelis, mucho Vangelis y la puta que lo parió.

El mayor era el único más o menos normal, que pasaba un huevo de sus hermanos y con él hacíamos corrillo los que escapábamos de esa quema, cagándonos en sus hermanos, auténtica caldera del Gran Cabrón en la tierra, que cambiaba aceite hirviendo por acordes torcidos. Los otros dos, eran plato de comer aparte.

El mediano se lo creía. Iba de listosuperinteligentechachimegaguay, católico a prueba de bomba y niño ejemplar, capaz de desbancar a todos los premios del Plus Ultra, oiga usté. El pequeño era. simplemente, un delincuente juvenil, un cabronazo que salvó sus piernas de que se las partiera vaya usté a saber porqué. O sí. Que en esa época tenía mejor sentido del humor que ahora, hoy no se hubiera escapado ese cerdo con cara de puerco y culo de marrano.

Pues bien, tras la pesadilla, como tenían unos apellidos raros, me dije: googlealos, coño. Seguro que aparecen por alguna parte. Y como parte del exorcismo para liberarme de esa pesadilla, lo hice.

Cojones con lo que salió.

De las hermanas, poco. Algún fracaso profesional, que no viene al caso. Pero ellas me importaban una higa entonces, imagina ahora. Y ¿ellos?

Del mayor, nada, se lo tragó la tierra. Normal, seguro que los gilís de sus hermanos se lo zamparon una nochebuena, o lo vendieron como judas. Pobrecico. El único que valía algo de todos.

El pequeño... bueno, de él vi un nombramiento como alto cargo de la Generalitat. Nada que me extrañe, vista la calaña de nuestros políticos. Una razón más para no creer en este sistema. Ya veo a ese tipejo dándose tiritos de coca antes de reunirse con el conseller o acosando a su secretaria cubierta de lágrimas en un retrete lleno de mierda más limpia que él. Era un capullo entonces, y ahora es un capullo con cargo. De mal en peor.

Y ¿el mediano? ¿ese hideputa que deslumbraba con su aparente bonhomía?... ¡ah! ¡ese es el mejor! ¡es el administrador de una SICAV!

¡Toma catolicismo repleto de justicia social!. Éste debe hacer como el del chiste, que marcaba los pasajes de la biblia con billetes de 500 euros mientras los pobres morían de hambre a su lado. Las SICAV como acercamiento al evangelio, toma II.

Queda el consuelo de pensar que siga como antaño, cuando, como era tan santito que a su novia no la tocaba un pelo, y ésta era una hembra como las sirenas, que siempre iba mojada, aprovechábamos y nos la calzábamos para ayudarla a liberar tensiones (al menos yo lo hice, que uno entonces tenía mejor sentido del humor pero la documentación masculina caliente siempre la he llevado). Así, podrá usar sus cuernos para colgar esos billetes, al lado de sus estampitas. Por cierto que la niña follaba muy bien y la mamaba superior, mejor que su hermana, a la que también encamé. Me decían que me faltaba la abuela para cubrir a toda la familia. Soltando lastre, coño.

Que les de por culo un jabalí sidoso. Ya lo he exorcizado, puedo estar veinte años más sin acordarme de esa mierda.

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jueves, 7 de abril de 2011

De políticos y aviones


Y resulta que esta panda de delincuentes con acta de eurodiputado, ha tenido que esperar a que las redes sociales los llamaran de cabrones corruptos para arriba, para darse cuenta que era "de mal efecto" el no querer apearse del avión de superlujo con grifos de oro y una hurí que se la sujeta cuando van a mear.

Joder, que si el europarlamento os propone dar un poco de ejemplo y pasar dos horitas mezclado con el resto de los mortales, no está mal, aunque bueno, si, puede que te toque con un comercial casposo al que le jumelan los pinreles, pero oye, que es el que te vota, mira, que remedio te queda, ahora ibas tu y te revistes de semidios o aspirante a héroe, y que no, que tu de lujo o nada.

Y en Twitter, Facebook y demás mundos de Yupi virtual os canean, y os acojonais y volvéis a la realidad. No valéis ni la mierda que cagáis, coño.

Mira, os va a dar igual, pero me desahogo. Os lo voy a contar. Os diré lo que hacía De Gaulle, con todo su poder en Francia. Él, que con su mujer consumía comida sencilla, verduras en lata y similares, pidió que la luz de su habitación particular, se facturara a parte, a su sueldo particular. Decía que el pueblo francés no tenía porque pagar su costumbre de leer antes de acostarse. Así que la luz de esa bombilla... no la cargaba al erario público.

Igual que vosotros, cagafantas.

Que os den.

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martes, 5 de abril de 2011

Para leer mientras sube el ascensor, de Jardiel




Ese librito lo recibí como un regalo del otro mundo. Creo que me disculpareis que cuente la pequeña historia de como llegó a mi.

Mi padre lo buscó durante años para regalarmelo. "Outernet", claro, que mi padre nació a principios del siglo XX, y era más partidario de las librerías de viejo, repletas de ácaros y polvo, que de la red de redes.

Durante mucho tiempo, pateaba las librerías de viejo de mi ciudad, preguntando por él. Sin resultado. Yo, por mi parte, fui comprando muchas otras cosas de Jardiel, pero nunca quise buscar ese, por si él lo localizaba y se llevaba la alegría de regalarmelo.

Pero no pudo ser. Mi padre enfermó, y durante dos años, una enfermedad neurodegenerativa se lo fue llevando poco a poco, paralizando su cuerpo mientras su mente estaba a plena capacidad. Encerrado en sí mismo y privado, paso a paso, de manera cruel, de lo más elemental: primero pasear, luego poder abrir sólo un libro, hacer sus necesidades sin ayuda...

Hasta que al fin, un septiembre doloroso, también se paralizó su diafragma. El oxígeno dejó de llegar y se fue.

Ni el ni yo creímos nunca en historias de fantasmas ni espíritus. Nos reíamos a mandíbula batiente de esas supercherías. Católico como soy, le recé, y lo sigo haciendo, pero sin esperar jamás verlo convertido en ectoplasma ni cosas por el estilo.

En los meses que transcurrieron de septiembre a la Navidad, sin embargo, sucedieron cosas que por un momento me hicieron dudar. Alguna vez, notaba una mano sobre mi hombro, tal y como él lo hacía en vida, apoyándose en mi al pasear. Me explicaba a mi mismo que era algo psicosomático. Que mi mente me engañaba. Un día mi madre me dijo "vas a creer que estoy loca pero..." y me contó que a ella le sucedía algo extraño: me describió esa misma sensación, pero vivida por ella. Incluso me dijo que a veces, "le olía".

Nada. Ni caso. Mera sugestión. Pero...

Pero un día, mi madre me contó otra anécdota. En casa de mis padres hay una librería con luz. Un pequeño interruptor en teoría ilumina por las noches los volúmenes. En teoría, pues nunca funcionó. Mi madre siempre le repetía la cantinela, como un mantra, a mi padre "a ver cuando arreglas esa luz". Mi padre respondía indefectiblemente: "mañana". Hasta que no pudo ser.

Una noche, ya fallecido mi padre, escuchó un ruido en el salón. Se despertó y al andar por el pasillo vio una luz al final. Sin miedo, pues lo que más desea ella es volver a reunirse con él, avanzó buscándolo. Lo que vio es... esa luz encendida. Se sorprendió, apagó el interruptor y se fue a la cama. Desde entonces, y ya han pasado ocho años, nunca más ha vuelto a funcionar. Os confesaré que nunca he abierto la caja, por no llevarme el susto si descubro que no hay bombilla.

A pesar de todo esto, seguí sin hacer caso. Pudo ser un sueño de mi madre, aun todo estaba muy fresco.

Llegó el día. Tenía que dar unas clases en la fundación universidad-empresa. A menudo, recorro el centro de mi ciudad pululando entre las librerías de viejo, buscando pequeños tesoros. Pero nunca cuando voy a trabajar, con traje y corbata, y un portátil a retortero. Es día, sin embargo, fui infiel a mi costumbre. Me sobraba un cuarto de hora y, como cerca del lugar donde cantaba mi repertorio había una tienda de viejo, me decidí a entrar. Una vez dentro, aun no se porqué, no busque nada en los anaqueles. Directamente pregunté si tenían ESE libro, "Para leer...". Quizá para rendirle un homenaje a mi padre, cuando el librero me dijera, como siempre, que no.

Pero ese librero, ese día me dijo algo que me dejó helado. Me dijo: "Pues verás, durante muchos, muchos años, un señor que era de esta y otra manera -me describió a mi padre- lo buscaba y me decía que si aparecía, se lo guardara. Justo el día siguiente a su última visita, me entró. Y se lo guardé. Pero han pasado ya dos años y no creo que vuelva, así que si lo quieres, aquí lo tengo".

Con miedo a que me tomara por loco, no le conté nada al librero. Pagué lo que me pedía, con la mente puesta en mi padre, y la idea de que, ese libro, me lo estaba regalando él. Estábamos a unos días de Navidad. Lo metí en mi cartera y me fui.

Una vez en casa, lo envolví como un regalo y puse fuera "Papá". Lo abrí con el resto de los regalos cuando llegó el momento. Desde entonces, ese libro está siempre a mi lado, en el despacho de mi casa. Apoyado en la balda que está a mi derecha.

Es una tontería, pero se me ocurrió compartirla.

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viernes, 1 de abril de 2011

De médicos y libros

Más visitas médicas. Un especialista tan despistado que podría haberse puesto los calzoncillos sobre el pantalón, como superman.

Cola. Espantosa cola. Todo madres ¿no existen los padres? ¿epidemia de divorcios o es que lo que les pase a los niños les importa un carajo?. A saber.

Algo que todos los médicos, sacerdotes, profesores... deben saber. Cuando una madre o un padre dice algo sobre sus hiijos ¡no te anticipes! ¡no creas saber más!. Nadie sabe más de los hijos que sus padres

Y salida cabizbaja. Hay que operar. Algo muy leve, que no precisaría ni hospitalización, pero en su caso...

El anestesista tiene que valorar como aplicarse para que su corazón no se afecte.

Duele. Se me ocurre que, ya que para aguantar la espera me he llevado un libro de Ángel Palomino, querido y llorado, me puede servir para guardar dentro los papeles de la cita.

Y, pienso, que él desde el cielo, tan buena persona como era, seguro que nos ayuda.

¡Angel, echanos un cable!

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