El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

lunes, 1 de septiembre de 2014

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Hace unos seis años, esos azares de la vida, me llevaron a conocer a un querido amigo. Alguien con una edad muy distante de la mía. Con una vida larga, llena de historias pequeñas y apasionantes, y grandes y épicas.
Quiso la casualidad que él hubiera compartido armas con mi tío, en la helada Rusia. Guripa que nunca renegó de ello, orgulloso en todo momento de su historia y con su motivación inicial viva a pesar de las décadas transcurridas, este viejo era además un pozo de sorpresas. Conoció a muchos personajes que hoy son historia, pero que para él eran amigos. Con la misma distancia quizá que pudiera existir entre él y yo, distancia del respeto y la admiración, pero amigos.
Cuantas charlas a lo largo del tiempo me invitaban a visitar con sus recuerdos a Ernesto Giménez Caballero, a Adolfo Rincón de Arellano, a… cuantos cafés tomados en su sala de estar – biblioteca – despacho de su casa en el centro de Valencia.
Hace unos cinco años, por éstas fechas, nada más acabado el verano, recuerdo una tarde a tres con él y con su nieta, recordando cosas que sólo él había vivido, yo leído, y ella imaginado. Y analizando no solo el pasado, sino el presente y el futuro.
Recuerdo que sus síntesis de la realidad me pasmaban por lo exacto y profundo. Tardó en escribir alguna, pero lo hizo. Algunas de ellas se hicieron públicas, otras las conservo como una joya en mi humilde archivo. Pero en esos recuerdos, ¡ah!, debo confesar que cuando hablaba de futuro, yo discrepaba y mucho.
Pues bien, ahora que no está, tengo que decir que inexorablemente se han cumplido los vaticinios que me dio. En lo personal, en la pequeña política de nuestro alrededor (esa era fácil) y en el camino que transitaba España. Como un moderno Nostradamus, sin hilar fino, mirando hacia atrás, veo claramente que predijo cosas tales como el fenómeno Bárcenas, Podemos… y, tengo que decir, que el resto de vaticinios que quedan sin cumplir me hielan las carnes.
Casi había olvidado esas charlas. No a él, sigo brindando por él, alzando la copa hacia su lucero. Sigue conmigo. Con los pocos recuerdos que tengo suyos. No con su nieta, que desapareció en la vorágine emigratoria hacia climas menos cálidos, quizá mimetizando a su abuelo, pero con él, sigo hablando, aunque suene extraño esto de las charlas unidireccionales.
El “casi” vino a cargo de un suceso de ayer, domingo. Paseando casualmente por la Plaza Mayor de Madrid, recordaba como en una de esas charlas, él me contaba que solía comprar postales a un señor, con el que llegó a hacer amistad. Vi a un hombre, ya pasada la edad de jubilación, atiborrado de postales su parada, y con… un emblema divisionario en la solapa. Evidentemente, aunque viejo, él no podía haber estado allí, así que me lancé al ruedo y le pregunté directamente... Y sí, era el, que además, casualidades de nuevo, no suele llevar esa insignia, pero que esa mañana recordando a su amigo, por alguna de esas raras coincidencias místicas que rigen el comportamiento de los hombres, se lo había puesto. Dejando de lado anécdotas colaterales, como que cuando le dije que mi tío había estado con él en Rusia, cogió de los hombros a mi hijo pequeño, que me acompañaba, y le dijo eso tan bonito de que por sus venas corría sangre de héroes, su afirmación recibida con su nunca bien entendida postura de “me importa un huevo”, dejando de lado, como digo todo esto, me hizo tener presente, más presente que nunca, a mi querido amigo, camarada, guripa eterno.
Y la nostalgia, esa jaula que te encierra para que solo mires hacia atrás, me tiene atrapado desde entonces.
Mucho tiempo sin ti, amigo. Mantén encendida la hoguera. Volveremos a vernos.

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