El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

martes, 10 de febrero de 2009

Mi pequeño almogávar

No puedo pegarle la bronca a mi niño de cinco años. No.

No, por varias razones. Una, porque es mi debilidad, y está mal reconocerlo, pero desde que de pequeñito tuvo problemas de salud, siempre lo he llevado en volandas. Si, se que su hermano se pone algo celosillo, pero... Otra, y contundente, es porque últimamente visitamos demasiados hospitales con él, así que las pocas ganas de abroncarle cuando hace algo temible, desaparecen.

Todo eso estaría bien si el pequeño fuera un niño enfermo típico. Y nada más lejos.

El tío es difícilmente definible. Tan pronto organiza un zipizape en cualquier lugar público, como le toca el culo a las chicas, llama feo a los feos, protagoniza revueltas (si, revueltas) en clase, o se dedica al noble arte de tomarnos el pelo a su madre y a mi. Pero es mi chiquitín, y con el no quiero jugar el rol de poli malo.

Pues bien... creí que eso tendría que cambiar hace unos cuantos días. Trajo una nota a casa muy escueta: "Hoy en el patio le ha pegado a cinco compañeros. Tenemos que hablar".

Glups. Vaya con el pequeño. Me puse serio con él y le dije:

"Mira, cariño. Yo no te diré que pegar está mal. Si es para defenderte o para defender a un débil, es lo que tienes que hacer. Pero si me entero de que pegas solo por pegar, me enfadaré contigo. Y no te gustará verme enfadado".

Me miró serio y me dijo algo que en ese momento interpreté como una excusa barata: "Es queeee... le quitaron un gancho del pelo a Marinin y yo se lo devolví. Y luego parecía que le iban a pegar".

Dejando de lado que el nombre de Marinin es una invención mía por aquello de preservar a la infancia, eso de que "le parecía"... una de mosqueo, vamos. Pero en fin, vale. Ya hablaré con la seño, y si tienes razón te la daré.

Al par de días, le había atizado a dos más. Coño, eso no es un niño, es Rambo. Tendré que entrenarle en Vale-Tudo y tener un campeón en casa. Pues menos mal que está enfermo...

Dispuesto a soportar una charla sobre lo mal que educo a mi hijo, y a defenderlo a toda costa, invocando a Millán Astray, que si tiene razón se la doy, y si no, con razón o sin ella, entré sin fe en aquel despacho.

Y... tate. Me llamaban para felicitarme. Marinin existe. Es una niña muy introvertida de la que todos se reían y le pegaban... hasta que mi hijo la tomó bajo su defensa. Cuando ella vio que el que intentaba hacerle algo se llevaba un bofetón, empezó a recuperar la confianza hasta el punto de que ya empieza a defenderse sola.

Por eso cuando llegué una niña me miraba a través del cristal sin perder un solo detalle: era ella.

Tenía razón. Es un honor ser su espalda en las batallas. Por duras que sean las batallas y se desarrollen donde se desarrollen. Aunque sea rodeados de batas blancas.

Te quiero, campeón.

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2 comentarios:

A las 19 de febrero de 2009, 0:00 , Anonymous Anónimo ha dicho...

No hay mayor orgullo por encima de que un hijo cumpla con su deber, ni existe mayor deber que proteger al débil.

Un saludo de un próximo estudiante de medicina (si el destino así lo quiere, quizá en tu universidad), identificado con el texto y las peleas constantes.

 
A las 27 de febrero de 2010, 12:09 , Blogger S ha dicho...

que lindo tu hijo ^-^

 

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