El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

viernes, 12 de diciembre de 2008

Hoy llego tarde


Hoy llego tarde a la universidad.

De camino, dentro de mi utilitario, me detengo ante un semáforo. El vehículo de delante, con desprecio manifiesto por las señales, se para en medio del paso cebra.

Un chaval, discapacitado ante lo que para los ojos de un profano parece un ictus, le afea la conducta. Lógico, basta con los obstáculos que la vida le pone como para que algún capullo le ponga más.

Y el cruasán de gimnasio que ocupaba el coche de delante, craneo rapado y gafas de sol propias del neng de Castelfa, baja indignado y zarandea como un monigote al chaval que pasmado no esperaba esa reacción.

Con la mano en el cinturón para bajar, veo como una chica de la limpieza, de las que recogen las porquerías que en la ciudad de Valencia dejan esos miserables en sus orgías nocturnas, acude en su defensa. El aguerrido bakala la insulta, le llama zorra y...

No soy un héroe. Ni tan siquiera creo que sea valiente. Pero la mano aun me duele del puñetazo que le he arreado. No ha habido tiempo a más, los que desde los otros coches no han salido han empezado a aplaudir. El semáforo se ha puesto verde y la fiesta ha acabado.

Si lo hubiera pensado habrá calibrado las posibilidades de acabar como el profesor Neira, con eco medíatico ("el segundo profesor universitario bla, bla, bla") o, quizá, denunciado como fascista peligroso amigo de los puños y las pistolas, a ser erradicado de la administración pública.

Pero no. Estoy viejo y enfermo, mis fuerzas no son lo que eran, pero no he podido quedarme quieto. No he sabido, no lo he pensado. Y ahora tengo una mano dolorida y el corazón encogido pensando en el daño que le habré hecho a ese insensato. Debería haberle afeado la conducta. Llamar a la policía. Quien sabe. Pero aun cansado y lacerado por la vida y la enfermedad, no se atar en corto a ese legionario que vive en el cuarto de banderas de mi corazón. Y me duele no saber. Me duelo yo, como me duele España, esta España donde estas cosas van siendo cada vez más cotidianas. Estoy avergonzado.

No soy un héroe. Ni tan siquiera creo que sea valiente. Pero la mano aun me duele del puñetazo que le he arreado.

Y siento ganas de pedir perdón.

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2 comentarios:

A las 12 de diciembre de 2008, 15:33 , Anonymous Anónimo ha dicho...

No te preocupes: era un hereje. De haber sido buen cristiano te habría puesto la otra mejilla, y de postre el culo para llevarse el patadón final.

 
A las 16 de diciembre de 2008, 12:52 , Blogger Apunte y Crítica ha dicho...

Eso te lo absuelven en un decir "amén". Quiera Dios que los demás no miremos para otro lado si llega el caso.
Un saludo cordial y mucho C.A.F.É.

 

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