El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

lunes, 19 de enero de 2009

Yonkis, pitufos de Rita y pasos de cebra


Salgo a la calle disparado, tras un día horribilis, con prisa para recoger a mi hijo mayor. Me entretiene una yonki con un coche de dudosa procedencia, lanzándome el cuento de siempre: que si me he quedado sin gasolina, que si me das un euro...

¡Hay Nicolasa, que te pasa!... que no me he caído de un guindo y antes de que nacieras ya me pedían veinte durillos para gasofa otros yonkis. A ver si mejoramos el repertorio que ese está muy gastado.

La driblo y me dirijo a la parada del bus. Mientras, veo como intentando sablear a unos ecuatorianos con brocha que estaban imitando a Pepe Gotera y Otilio al enguarrar una fachada, casi se la lleva por delante un coche de los pitufos de Rita.

Me digo... "vamos, ahora estos, para justificar su sueldo, más alto que el de un policía nacional y el de un guardia civil, al menos le tocarán las orejas, le pedirán los papeles y..."

Tu tía. Pasan olímpicamente de la zombie y siguen su camino.

Llegan al paso cebra donde yo esperaba. Es un paso donde el semáforo en rojo de uno de los carriles se enciende antes que el del otro, con lo que los peatones tienen la tentación de esperar irregularmente en medio de la calzada.

Una anciana de paso torpe y cubierta de canas, delincuente a todas luces, lo intenta, cargada con una bolsa de naranjas. Un tipo de color (negro, claro) y yo, esperamos pacientemente a que el semáforo nos de paso de verdad.

Llegan los pitufos al lado de la señora y, con la mayor cara de mala leche que pueden poner, le recriminan su actuación, le exigen que vuelva atrás y no se si uno, empezaba a lubricar la porra para arrearle a más y mejor. Aprovechando el lío, el ciudadano de color (negro, claro), pasa por delante de la pasma quienes, en un ataque momentáneo de cataratas, no lo ven, y, por tanto, no le dicen nada.

Es el momento que aprovecho para colocarme al lado de la señora y, con desprecio olímpico por la autoridad (uno es así de chulo) le digo:

"Señora, a estos agentes, ni pastelero caso. Como si cantan misa en gregoriano. Una yonki ha estado a punto de causar un accidente y, como ella se les podía rebotar, no le han dicho nada. Como usted es alguien honorable, vienen a hacer crecer su ego"

Esperaba un rifirrafe dialéctico. Lo necesitaba, hoy ha sido un día negro y, la verdad, tenía ganas de cantarle las verdades del barquero a alguien. Pero no, tampoco. Los polis han puesto cara de ocho, y han arrancado.

Moraleja: estos tipos le tienen miedo a los yonkis, a los diferentes (como el hombre de color -negro, claro-) e incluso a cualquiera que, sin ser un Swatzenager de barriada como yo (vamos, que no tengo ni medio bofetón) se le ocurra plantarles cara. Solo se atreven con los débiles. Cuanto cobarde con placa anda suelto.

Tenemos que clonar al Duque de Ahumada, que refunde la Guardia Civil y que mande a su casa a gorrazos a todos esos matones de playa de segunda B que pasean su autoridad por donde, justo, no se les necesita.

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