El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

martes, 6 de noviembre de 2012

De ida y vuelta


 Porque cualquiera puede tener una tarde tonta...

De ida y vuelta

Jacinto paseaba por la calle con Lucas, su hijo pequeño. Le encantaban esas pequeñas escapadas mano a mano con el niño, mientras en resto de la familia se ocupaba de sus cosas. Se sentía volver a la infancia cuando jugaba con él en el parque o cuando, escapando de la mirada de los viandantes, se subían ambos a alguna valla. No cambiaba esos momentos de risas por ninguna otra cosa.

Agotado, pues la edad biológica es la que es, y ésta no perdona, se sentó un momento en un banco mientras Lucas, inagotable, como un juguete con las pilas recién puestas, escalaba por un complejo de escaleras y cuerdas multicolor. Creyó ver como el niño se detenía en lo más alto y se tambaleaba. Corrió para intentar evitar su caída, pero el niño ni se movió. Estaba rígido, mirando al infinito.

 - ¡Lucas! ¡Lucas! Cariño ¿te pasa algo?. El niño no contestaba.

Era muy extraño. Trepó como pudo por las pequeñas escaleras y llegó a su lado. Era como una estatua. No respondía, Le cogió y, al tenerlo entre sus brazos, se sintió caer. Pero sin darle tiempo ni a pensar en el castañazo que les esperaba al caer al suelo, todo se fundió en negro. Desapareció.

Y eso era lo que recordaba cuando despertó, aun con Lucas en sus brazos, en un sofá que no reconocía.

De hecho, todo era muy raro. Sólo una cosa le era familiar: estaban escuchando a Johnny Cash. El resto era como poco muy peculiar. Suelo, paredes y techo parecían del mismo material. El ambiente estaba iluminado, a pesar de que no había lámparas a la vista, la luz parecía irradiar de los objetos, de la pared , pero sin destello alguno.  El sofá estaba tapizado de un material que no reconocía. No era cuero ni plástico. Lo rascó con la uña y de repente, notó como alguien le rascara la espalda. Pero no había nadie… era el propio sofá.

Quizá animado por la música, que empezaba a subir su volumen, como si alguien hubiera captado su atención por ella, decidió levantarse a investigar.

I have heard of a land on a far away strand
'Tis a beautiful home of the soul
Built by Jesus on high, where we never shall die
'Tis a land where we'll never grow old

He oído hablar de un país lejano
Es una hermosa casa del alma
Construida por Jesús en lo alto, en la que nunca moriremos
Es una tierra donde nunca vamos a envejecer

Abrió una puerta y casi se da de bruces con un tipo que a punto estaba de entrar. Y no sabría cuál de los dos se llevó la mayor sorpresa. El desconocido balbuceó:

-    -  Pe…  pe… pero…  ¿quiénes son ustedes? ¿qué hacen aquí? ¿Cómo se han saltado la seguridad de las instalaciones?

Jacinto volvió sobre sus pasos, y se sentó junto a Lucas, que frotaba sus ojos, como salido de un sueño muy profundo, mientras miraba a ese especie de médico o enfermero que tenía delante ¿sería que se había chalado y estaba en un frenopático?. Tenía que dejar de ver la televisión.

-        -   Pues eso quisiera saber yo. Hace unos minutos juraría que estaba con mi hijo Lucas en un parque infantil. Y o el café con leche me ha emborrachado, o éste es un parque infantil muy raro. Verá, yo…

-          - ¡Espere un momento! –interrumpió el sujeto de la bata blanca-  ¿ha dicho Lucas? ¿Lucas y qué más?

-          - Lucas Lamunia Rodrigo. Yo soy Jacinto Lamunia Fernandez, para servirle a Dios y a usted –dijo haciendo una reverencia burlesca- Y ahora ¿me puede explicar…

Las alarmas parecieron dispararse en la cara de aquel tipo.

-    -      ¡Demonios!. Ahora se explica todo. – Asomó la cabeza al pasillo y empezó a berrear –  ¡Eh, Lourdes, Jacinto, Isabel, venid aquí!


De fondo, Johnny Cash seguía cantando, impasible ante tanto movimiento.

Never grow old, where we'll never grow old
In a land where we'll never grow old
Never grow old, where we'll never grow old
In a land where we'll never grow old

Nunca envejeceremos, donde nunca vamos a envejecer
En una tierra donde nunca vamos a envejecer
Nunca envejeceremos, donde nunca vamos a envejecer
En una tierra donde nunca vamos a envejecer

---- o O o  ----

Todo eso merecía  una explicación… y se la dieron.  Aunque Jacinto no podía creerla al principio, mirando de soslayo buscando una cámara oculta, al final, tuvo que claudicar.

La principal sorpresa vino del calendario. Como si fueran trasuntos de Rip Van Winkle, su pequeño sueño no había sido tan pequeño. Habían pasado setenta y cinco años que, por otra parte, no les pesaban. Él seguía teniendo cuarenta y cuatro, y su hijo cinco. Pero ¡ah, si eso fuera todo!

Él se supone que hacía años que estaba muerto y enterrado. Y su hijo Lucas, vivo, debería tener unos ochenta años pero por las fotos y holovídeos que le enseñaron, no aparentaba más de cuarenta. Y es que la ingeniería genética había hecho maravillas. Uno de los presentes, Jacinto, era nieto suyo y de hecho llevaba su nombre en recuerdo del abuelo que (que cosas) nunca conoció. Jacintito tenía unas cincuenta primaveras, pero aparentaba poco más de treinta. Y el resto de los presentes tampoco reflejaban en sus rostros la edad que decían tener.

Claro que lo más espectacular, aún estaba por venir: cuando preguntó dónde estaba el Lucas adulto y empezaron a mirarse unos a otros sin saber que decir, ya se pensaba lo peor. Pero lo peor hubiera sido una juerga flamenca al lado de lo que Mariano, el tipo de la bata blanca, que no era médico ni enfermero, sino ingeniero de anticipación, según le dijeron, le contó.

Parece ser que Lucas era una eminencia mundial. Acababa de recibir el Nobel, junto con su jefe, Fermín Maturana, por abrir la puerta a la humanidad a los viajes en el tiempo. Y Lucas, osado como pocos, había exigido ser el primero en probar como cobaya humana el aparato resultante de la investigación. Esto había logrado, como le dijeron, una agria discusión con su jefe, una más, por lo que parecía, pues era una persona siempre celosa de todo protagonismo que no le tuviera a él como figura clave, pero al tiempo temeroso a la hora de arriesgar su pellejo en pruebas raras.

Y es que se llevaban como el perro y el gato. Por lo que le contó Mariano, él pensaba que el hecho de presentarse más que voluntario para el primer viaje en el tiempo, era resultado de la necesidad de asegurarse un primer plano frente a la soberbia de su jefe que, si pudiera, lo hubiera desterrado a algún oscuro sótano. Era un mal bicho, por lo que todos los presentes iban aportando en esa particular memoria de agravios.

Pues bien… se supone que Luchas había escogido como destino la antigua Roma, concretamente, en tiempos de Caracalla.  Por el funcionamiento de la máquina, era preciso que un ser vivo o un objeto del pasado viajara al presente mientras el viaje estaba en curso. Y la elección había recaído en un busto del emperador que se sabía existía en la época en Subura, donde aparecería. Pero por alguna razón, cuando Mariano fue a abrir la sala de espera donde debería alojarse el busto, se encontró de bruces con ellos dos.

-          - Así que el asunto, hasta donde yo lo veo,  por lo que me contáis y yo recuerdo de las novelitas de ciencia ficción, apunta a que Lucas se fue a mi tiempo, y no a Roma, y, como no puede estar dos veces en el mismo espacio, su yo pasado se vino al futuro. Y, de rebote, yo también. Dos por uno, premio en la tómbola del viajero en el tiempo.
-         
        - Algo de eso hay, Jacinto, aunque no podemos asegurarlo, dijo Isabel, una guapa septuagenaria a la que nadie le pondría más de veinticinco años.
-          
             -  Mamá, creo que podemos verlo en la programación. – El hijo de Lucas, desplegó una especie de folio que sacó de su bolsillo y que terminó siendo una pantalla táctil.- A ver…  ¡caramba! ¡Ya está claro! Los datos  de llegada, en lugar de apuntar al año 214, lo hacen al 2.014. Y, como ese busto se destruyó durante la segunda guerra mundial, al no existir objeto de retorno, además de al Lucas niño, trajo lo que más próximo tenía él: su padre.

En ese momento apareció Fermín por la puerta del laboratorio, bramando:

-          -  Es lo que esperaba. Ése inútil se va a ir a la puñetera calle, éste lazo temporal tendría que haber sido aprobado por las autoridades. Se la va a cargar con todo el equipo y…

De repente, como en una emisión antigua de televisión, la figura de Fermín se fue desdibujando, hasta desaparecer. Jacinto, con los ojos como platos, gritó:

-          - ¡Pero qué está pasando!

Mariano lo miró con ojos piadosos

-          - Vamos, vamos, tranquilo, dentro de nada podrá volver a su vida y…

     -   ¡Que puñetas! ¡Digo con ese tipo! ¡Con Fermín!

Los presentes se miraron perplejos.

-          - ¿Con quién dice usted? – preguntó Lourdes-
-          
       -¡Con Fermín! ¡Ese que acaba de desaparecer! ¡El jefe de mi hijo!

Mariano cogió por los hombros a Jacinto y le susurró:
-         
       - Tranquilícese, caballero. Se que la experiencia ha sido traumática. No tenemos claros los efectos, pero es muy posible que su cerebro le engañe, que tenga visiones y…
-         
           -  ¡Qué narices de visiones! ¡Si hemos estado hablando de él antes!

 Su futura nuera, Isabel, le cogió de las manos y, muy despacio, le dijo:

-          - Jacinto, de verdad, no sabemos de que nos habla. En todas las instalaciones nadie responde al nombre de Fermín. Y aquí el jefe es Lucas. Encima de él, sólo está el Ministro de Investigación.

De fondo, Mariano hacía señas para que fueran a traer un tranquilizante. Jacinto se sentó en una silla mientras el pequeño Lucas, alarmado por los gritos de su padre, estaba a punto de empezar a llorar. Jacinto lo abrazó y entonces, como por arte de magia, desaparecieron para los presentes. En su lugar apareció Lucas. El Lucas adulto, claro.

-          - ¡Muchachos! ¡Ha sido un éxito!. Salvo que por alguna razón no he ido a la vieja Roma, sino a la España de mi infancia. Tendremos que estudiar el porqué.

Los presentes, con una mezcla de alegría y sorpresa, corrieron a abrazarle.

-          - Ya te contaremos que ha pasado. Ha sido espectacular, a esta parte también. Nos ha visitado ¡tu padre!
-           
        - ¿Mi padre? ¿aquí? ¡caramba! ¡con las ganas que tenía de volver a abrazarle! ¿Habéis tomado su imagen, al menos?
-         
      - Ups… no, con la sucesión de acontecimientos, se nos ha pasado por alto. Además, hay algo que tendremos que estudiar: cuando viaja alguien en el tiempo hacia el futuro, parece ser que sufre de alucinaciones. Fíjate que se nos ha puesto a hablar de un tal Fermín que nadie conoce aquí..
-         
     - ¿Fermín?. Que nombre más raro… - por un momento, las palabras de Lucas titubearon en el aire-
---- o O o ----

En el suelo del parque, Jacinto y el pequeño Lucas abrieron los ojos.

-       -   Que mareo, cariño. O nos hemos pegado un castañazo y he alucinado, o me he dormido y he tenido un sueño muy raro. Me ha puesto tan nervioso que… anda, vente, vamos a ese bar. Necesito recomponerme.

Entraron en uno de tantos bares regentados por chinos que había en su barrio. Se sentó con Lucas en una mesa y pidió una copa de coñac y una leche con cacao. Entonces se dio cuenta de que por los altavoces sonaba una canción.

Never grow old, where we'll never grow old
In a land where we'll never grow old
Never grow old, where we'll never grow old
In a land where we'll never grow old

Nunca envejeceremos, donde nunca vamos a envejecer
En una tierra donde nunca vamos a envejecer
Nunca envejeceremos, donde nunca vamos a envejecer
En una tierra donde nunca vamos a envejecer

-        -   Caramba, ya es casualidad. Acabo de soñar con esta canción. Oiga, buen hombre ¿le importa quitar la música y encender la televisión?. No tengo el horno para bollos hoy…

Sin entender apenas nada, el chico de la barra apagó el equipo de música y puso la tele en marcha. Daban uno de esos bodrios matinales, a medio camino entre un programa de cocina y una crónica de sucesos. En ese momento daban una noticia de última hora.

-          Un desconocido –decía la voz alarmada de la locutora- ha arrojado a un niño pequeño al paso de un vagón del Metro en Madrid. Los testigos horrorizados dicen haber visto como el asesino se desvanecía en el aire, la policía aún está tomando declaración. El niño respondía al nombre de Fermín Maturana y…

-          - ¡Fermín! ¡Dios mío! ¿Qué has hecho Lucas? O mejor ¿Qué harás?














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