El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

viernes, 10 de septiembre de 2010

Recordando a...

De los pocos vicios que Corbacho y ZP le van dejando a uno, destaco el comprar libros viejos y, a ser posible, baratos. Como los centros de las ciudades no están para alharacas arrendatarias, los pocos arriesgados que siguen perdiendo la camiseta trapicheando con esta droga dura, mucho menos rentable que otras ilegales pero permitidas por el gran hermano, se refugian en esos zocos que los viejos barrios cobijan hoy la riqueza multicultural, que dicen los pijos. Rusos, chinos, indios, rumanos, moros... hasta los bares, oye, que hay que ver que arte se dan los chinos para hacer patatas bravas, como si fuera el plato nacional de Pekin. Que si llego a saber que no todo es nido de golondrina, aleta de tiburón o caca de gato, igual les hubiera dado una oportunidad antes.

Pero me voy por las ramas. El paseo me ha traido al recuerdo a Pepuncio González, nombre supuesto para un tipo formidable que si existió, y al que traté poco porque la parca se lo quiso llevar al otro barrio unos meses después de que empezáramos a charlar, pero que llegó a colocarme una suerte de legado (incumplido por su descendencia, pero a que molestar a Pepuncio en los luceros, ya le arreglarán las cuentas a los incumplidores el gran cabrón y compañía).

Pepuncio me contó algunas cosas formidables para cualquier amante de la historia de España, como su intervención en un intento de acabar con Franco por parte de miembros de la FEA, que no es que no fuera guapa, sino que es la, llamemosla, Falange de la oposición. Vamos, por resumir pronto y mal, los que querian menos cuarteles y curas y más revolución y empresas donde el trabajo pesara más que el capital. Y es que Pepuncio era uno de tantos que se preguntó para que habia luchado y había enterrado a tantos camaradas, pregunta que se amplió cuando vió que este país terminaba siendo una monarquía, con lo que el parentesis se cerraba.

Pero me vuelvo a ir. No voy a hablar de eso, sobre todo porque nombres y circunstancias me los llevaré al otro barrio, lo que espero tarde bastante. Cambiemos de barrio: estaba en un barrio con chinos y putas, y recordando a Pepuncio. ¿Porqué?.

Cuando se descubrió la conspiración por una, llamemos indiscreción (Pepuncio lo llamaba de otra manera), de uno de los implicados, como el asunto no había salido de los salones y ademas acabar con alguno de los implicados hubiera traido cola, todo quedó en un tirón de orejas y un alejamiento de cualquier tipo de cargo. Así, Pepuncio tuvo más tiempo para ganarse la vida, a orillas del sistema que le había orillado.

Y Pepuncio (nombre supuesto, hechos ciertos) montó lo que hoy en día sería un local de camas calientes, para que los visitantes e inquilinas del barrio de la época, menos multicultural pero más húmedo y alegre, dejasen ahí sus perras. Local que sigue existiendo, pero que heredado hace años por su opusina descendencia (lo que le tocó siempre las narices, valga el matiz), decidieron reconvertir en residencia para gente de buenas costumbres.

Pepuncio lo bautizó con el nombre del cuartel del generalisimo, pienso que más por lo que le tocó las narices lo del 37 que por homenaje al caudillo. Lo que no se es si a los clientes le importaba el asunto. E incluso a él mismo.

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1 comentarios:

A las 14 de septiembre de 2010, 18:52 , Blogger Ramiro Semper ha dicho...

Bonita historia. Lástima que, al final, los que se llevaron el gato al agua fueran los de los cuarteles y los conventos. Vista la posterior evolución de las instituciones armadas y de la Santa Madre Iglesia, creo que a ambos edificios les cuadraba mejor el nombre de casa de putas que a los honrados locales de mala nota.

 

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