El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

viernes, 5 de abril de 2013

La bestia, dentro de mí



Cada noche, sucede lo mismo. Recuerdo fragmentos de lo que ha sucedido durante el día, por vez primera de forma consciente, dándome cuenta del daño que he hecho o el que he podido hacer. Y cuando esa película termina de pasar por delante de mis ojos, no puedo evitar llorar y arrodillarme.

La bestia dentro de mí está enjaulada por delgados y frágiles barrotes. Inquieto de día y de noche, se queja con rabia a las estrellas. Dios: ayuda a la bestia que llevo dentro

Me contaba mi madre que, paseándome un día, recién nacido, un viejo desgreñado le sobresaltó. Se acercó, me miró y dijo, mirando al cielo

Ha nacido ardiendo, pero no se quemará

No sé si ese viejo, con más alcohol dentro que agua había gastado en un mes fuera, tendría alguna comunicación directa con el más allá, aunque todo es posible. Y es que muy poco después, empecé a darme cuenta de que yo, no sólo era yo. Que compartía mi cuerpo con alguien más.

¿Loco? Es posible. En otras épocas, quien sabe, me hubieran quemado en la hoguera, o me habrían levantado una estatua en alguna oscura plaza pública. Lo cierto es que cada vez que era consciente de una injusticia, desaparecía mi conciencia, que no recuperaba hasta que mi otro yo, esa bestia, había cauterizado a su modo la herida.

Nunca he tenido problemas con la justicia. No sé bien si porque la bestia sabía cubrir muy bien sus pasos, mejor de lo que conscientemente yo podría hacerlo, o porque hay un ángel de la guarda que protege a los locos. Lo cierto es que cada vez que me enteraba de las tropelías de mi acompañante silencioso, a veces incluso por la televisión, me quedaba sobrecogido, por la fuerza y violencia que demostraba.

La bestia que hay en mí ha tenido que aprender a vivir con el dolor, a cómo protegerse de la lluvia y, en un parpadeo, puede reprimirse. Dios ayuda a la bestia que hay en mí

Al principio, pasaba desapercibido. Nadie hacía cábalas, ni asociaban unos hechos con otros hasta que, no me preguntéis los motivos, la bestia empezó a firmar.

Cuando acababa con un violador, con un narcotraficante, con un terrorista (éstos parecían ser sus preferidos, por las estadísticas que los periodistas hicieron después) o cuando ocasionalmente liquidaba a un político corrupto o a un banquero poco honrado, dejaba un papel mecanografiado con lo que, todos, empezaron a llamar “la firma de la bestia”. Un papel doblado, siempre de la misma manera, y oculto en uno de los bolsillos de su víctima.

militia est vita hominis super terram
¿No es milicia la vida del hombre sobre la tierra?
JOB, 7-1

El asunto, se puso muy tenso cuando apareció una filmación, de una cámara oculta, donde se me veía, con el mismo traje que llevaba esa tarde, colocando esa firma en el bolsillo del cadáver de un conocido narcotraficante. No lo podía creer. Era yo.

El teléfono sonó en ese instante. Era mi amigo Julio, asustado por el parecido, pero al tiempo muy sorprendido. Me dijo algo que recordé como cierto: a la hora en que la bestia estaba haciendo eso, yo había estado con mis amigos de la peña senderista. Diez personas me habían visto durante toda la tarde. Yo no había podido ser. Y, sin embargo…

Sin embargo, esa misma noche, en ese cine privado que solo mi cabeza emitía y al que era el único invitado, me vi. O le vi, a la Bestia, desgarrando las entrañas de ese pobre desgraciado. Y le vi, antes, usar la impresora del trabajo para crear la nota. Y le vi, borrando todas las huellas. Y me vi, regresando a casa.

Y me di cuenta de que la bestia y yo, éramos uno, y éramos dos

A veces él trata de engañarme. Me dice que es sólo un osito de peluche e incluso de alguna manera se desvanece en el aire. Tengo que tener cuidado con la bestia que hay en mí, que todo el mundo conoce. Ellos la han visto fuera de su jaula con mi ropa. Pero yo no tengo claro si estoy en Nueva York o en año nuevo. Dios ayude a la bestia que hay en mí.

Dicen que algunos santos poseen el don de la bilocación. Yo no soy un santo, y la bestia, aun lo es menos. Me pongo nervioso, porque el telediario tras la noticia, ha marcado un nuevo objetivo para la bestia. Un político corrupto al que casualmente tengo de vecino, vive a menos de medio kilómetro de mi casa.

Ustedes pensarán que estoy bebido, o que me lo invento. O, peor, que soy un asesino e intento liberarme de mi culpabilidad. Pero el hecho, es cierto. Acepten mi testimonio y rueguen a Dios por mí, y por la bestia que hay en mí.

La bestia que hay en mí


Etiquetas: ,

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio