El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

sábado, 19 de febrero de 2011

Vamos daos (o que nivel, Maribel)


Ayer mismo, el ministro Rubal-calva, defendiéndose como gato panza arriba de los embates del caso faisán, dijo eso de "los muertos que vos matáis gozan de buena salud", atribuyéndoselo a Pedro Muñoz Seca. Toda una novedad, pues hasta ahora, siempre se había atribuido, erróneamente, a Zorrilla, como una frase de Don Juan Tenorio, fallo en el que cayeron los que pretendían burlarse del ministro como un ignorante, terminando ellos mismos con el culo al aire.

Aun más, ABC, hoy mismo, hace un alarde de erudición, le adjudica la frase al pobre Ruíz de Alarcón, que pasaba por allí, sin comerlo ni beberlo.

Que un ministro del PSOE, contagiado de Pepiñeces y Leirenadas, meta la pata hasta el escroto, tiene un pase. Pero que lo haga de esta manera el periódico que por excelencia se había adjudicado a la élite cultural ¡no tiene precio!. Más cuando hace algún año, el maestro Campmany, dio en el clavo otorgándole la paternidad al gabacho Corneille en sus mismas páginas.

Sí, en 1644 Pierre Corneille estrena "Le menteur", donde podemos leer en un diálogo entre Dorante, y su criado, la frase del millón: "Les gens que vous tuez se portent assez bien", esto es: "Las personas que vos matáis tienen bastante buena salud."

El artículo de Campmany, como es fenomenal, como fueron todos los suyos, y porque yo lo valgo, lo pego aquí:

Los toros

Por Jaime CAMPMANY

ABC, 24 abril 2001

A Antonio Burgos, cofrade de la Hermandad de la Columna, le han armado un San Quintín por decir que la Reina no va a los toros, mientras que el Rey se traga el castañazo de los conciertos porque a Doña Sofía le gusta la música. A Burgos se le vinieron encima todos los antitaurinos, que no son muchos, pero estruendosos. Son antitaurinos o taurófobos del Tendido 7 de la Literatura. Ingleses aparte, los que crucificaron la fiesta y el toro fueron casi todos los del 98 y por ahí. Se salvaron Pérez de Ayala y Araquistáin. Los del 98 echaban a la fiesta de los toros muchas de las culpas del desastre de aquella España inferior que pedía «¡Más caballos!» para ser despancijados en la plaza, y que embestía cuando se dignaba usar de la cabeza.

Con su habitual vehemencia, tronaba contra los toros don Miguel de Unamuno. Claro que don Miguel también tronaba contra el fútbol, y contra esto y aquello. «¿De qué se habla, que me opongo?». Desde luego, no imagino a don Miguel tomando un «Mystère» como Alfonso Guerra para ir a la Maestranza a ver a Curro Romero, ni sentado en el palco del Atlético de Madrid junto a Jesús Gil y Gil. Don Antonio Machado habla de la España «devota de Frascuelo y de María», y del hombre del casino provinciano «que vio a Carancha recibir un día», y de don Guido, que sentía amor por la sangre de los toros. De aquella aversión de los noventayochistas a la fiesta se alimentan todavía los antitaurófilos actuales, Umbral, que hoy entra en la hospitalidad del «Cervantes». Vicent y los demás.

En los años 20 se decía que la fiesta estaba acabada y que el toro bravo estaba agonizando. Eso se ha dicho muchas veces. En tiempos de Mesonero Romanos, la fiesta «muerta» resucitaba con Cúchares y con Chiclanero. Dicen que la duquesa de Osuna restañó con su pañuelo la herida de Pepe Hillo. Y cuando después del 98 llegaron los poetas del 27, Lorca y Alberti lloraban la cogida y muerte de Ignacio Sánchez Mejías, cuando luchaban la paloma y el leopardo a las cinco en sombra de la tarde, mientras por el Mar Negro un barco va a Rumanía, y por caminos sin agua va su agonía. En algún lugar que yo no he encontrado, don José Ortega habla de Paquiro como podría hablar de Goya, de Don Juan o de la Celestina. «Hay gente pa tó», dijo el torero cuando le dijeron que Ortega era profesor de Metafísica.

Hay gente que siempre está esperando que se muera algo, da lo mismo que sean los toros, las procesiones, el teatro o los periódicos. Hay escritores que se nutren de predicciones macabras y anuncian muertes inminentes y eminentes. Se les podría decir aquello de Corneille. Los muertos que vos matáis gozan de buena salud. Cuando parece que la fiesta ha entrado en decadencia y que puede morir, salen al ruedo Frascuelo y Machaquito, Joselito y Belmonte, Manolete o Antonio Bienvenida, y luego todos los toreros de ayer y los de hoy. Eso no quiere decir que la Reina tenga que ir a los toros. No va porque no le gustan y porque no le da la real gana. Ese tótem es ibérico. Me parece que nos lo regaló Hércules, o sea, Heracles, que fue griego como Doña Sofía. Y ahí sigue.

A mí me hubiese gustado ver rejonear a don Antonio Cañero y ver torear a Pedro Romero en la plaza de Ronda. Pero también me hubiese gustado escuchar a Cicerón pronunciar las catilinarias, y me alegra haber oído de niño los discursos de Manuel Azaña, y de mayor los versos de Pablo Neruda, y haber visto jugar al fútbol a Luis Regueiro, a Gaspar Rubio y a Di Stéfano, después de traducir a Jenofonte, como decía Rafael García Serrano en el «Eugenio o la proclamación de la primavera». A lo mejor a la Reina le hubiese gustado ver a los toros bravos con ojos verdes que quería criar el poeta andalusí Fernando Villalón, paisano de Antonio Burgos.


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1 comentarios:

A las 19 de febrero de 2011, 14:57 , Blogger 27 puntos ha dicho...

Lo mismo ocurre con la famosa frase "ladran luego cabalgamos" atribuida a Cervantes y que no figura en El Quijote.-

 

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