El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

martes, 5 de abril de 2011

Para leer mientras sube el ascensor, de Jardiel




Ese librito lo recibí como un regalo del otro mundo. Creo que me disculpareis que cuente la pequeña historia de como llegó a mi.

Mi padre lo buscó durante años para regalarmelo. "Outernet", claro, que mi padre nació a principios del siglo XX, y era más partidario de las librerías de viejo, repletas de ácaros y polvo, que de la red de redes.

Durante mucho tiempo, pateaba las librerías de viejo de mi ciudad, preguntando por él. Sin resultado. Yo, por mi parte, fui comprando muchas otras cosas de Jardiel, pero nunca quise buscar ese, por si él lo localizaba y se llevaba la alegría de regalarmelo.

Pero no pudo ser. Mi padre enfermó, y durante dos años, una enfermedad neurodegenerativa se lo fue llevando poco a poco, paralizando su cuerpo mientras su mente estaba a plena capacidad. Encerrado en sí mismo y privado, paso a paso, de manera cruel, de lo más elemental: primero pasear, luego poder abrir sólo un libro, hacer sus necesidades sin ayuda...

Hasta que al fin, un septiembre doloroso, también se paralizó su diafragma. El oxígeno dejó de llegar y se fue.

Ni el ni yo creímos nunca en historias de fantasmas ni espíritus. Nos reíamos a mandíbula batiente de esas supercherías. Católico como soy, le recé, y lo sigo haciendo, pero sin esperar jamás verlo convertido en ectoplasma ni cosas por el estilo.

En los meses que transcurrieron de septiembre a la Navidad, sin embargo, sucedieron cosas que por un momento me hicieron dudar. Alguna vez, notaba una mano sobre mi hombro, tal y como él lo hacía en vida, apoyándose en mi al pasear. Me explicaba a mi mismo que era algo psicosomático. Que mi mente me engañaba. Un día mi madre me dijo "vas a creer que estoy loca pero..." y me contó que a ella le sucedía algo extraño: me describió esa misma sensación, pero vivida por ella. Incluso me dijo que a veces, "le olía".

Nada. Ni caso. Mera sugestión. Pero...

Pero un día, mi madre me contó otra anécdota. En casa de mis padres hay una librería con luz. Un pequeño interruptor en teoría ilumina por las noches los volúmenes. En teoría, pues nunca funcionó. Mi madre siempre le repetía la cantinela, como un mantra, a mi padre "a ver cuando arreglas esa luz". Mi padre respondía indefectiblemente: "mañana". Hasta que no pudo ser.

Una noche, ya fallecido mi padre, escuchó un ruido en el salón. Se despertó y al andar por el pasillo vio una luz al final. Sin miedo, pues lo que más desea ella es volver a reunirse con él, avanzó buscándolo. Lo que vio es... esa luz encendida. Se sorprendió, apagó el interruptor y se fue a la cama. Desde entonces, y ya han pasado ocho años, nunca más ha vuelto a funcionar. Os confesaré que nunca he abierto la caja, por no llevarme el susto si descubro que no hay bombilla.

A pesar de todo esto, seguí sin hacer caso. Pudo ser un sueño de mi madre, aun todo estaba muy fresco.

Llegó el día. Tenía que dar unas clases en la fundación universidad-empresa. A menudo, recorro el centro de mi ciudad pululando entre las librerías de viejo, buscando pequeños tesoros. Pero nunca cuando voy a trabajar, con traje y corbata, y un portátil a retortero. Es día, sin embargo, fui infiel a mi costumbre. Me sobraba un cuarto de hora y, como cerca del lugar donde cantaba mi repertorio había una tienda de viejo, me decidí a entrar. Una vez dentro, aun no se porqué, no busque nada en los anaqueles. Directamente pregunté si tenían ESE libro, "Para leer...". Quizá para rendirle un homenaje a mi padre, cuando el librero me dijera, como siempre, que no.

Pero ese librero, ese día me dijo algo que me dejó helado. Me dijo: "Pues verás, durante muchos, muchos años, un señor que era de esta y otra manera -me describió a mi padre- lo buscaba y me decía que si aparecía, se lo guardara. Justo el día siguiente a su última visita, me entró. Y se lo guardé. Pero han pasado ya dos años y no creo que vuelva, así que si lo quieres, aquí lo tengo".

Con miedo a que me tomara por loco, no le conté nada al librero. Pagué lo que me pedía, con la mente puesta en mi padre, y la idea de que, ese libro, me lo estaba regalando él. Estábamos a unos días de Navidad. Lo metí en mi cartera y me fui.

Una vez en casa, lo envolví como un regalo y puse fuera "Papá". Lo abrí con el resto de los regalos cuando llegó el momento. Desde entonces, ese libro está siempre a mi lado, en el despacho de mi casa. Apoyado en la balda que está a mi derecha.

Es una tontería, pero se me ocurrió compartirla.

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6 comentarios:

A las 5 de abril de 2011, 12:28 , Blogger Carlos Farina ha dicho...

¡Por supuesto que me gusta! Y la historia que has contado también me gustó.

 
A las 11 de abril de 2011, 9:23 , Blogger Montse ha dicho...

alucinante! y emocionante.

 
A las 10 de agosto de 2011, 1:19 , Anonymous estefania ha dicho...

ese libro me lo he leido cientos de veces ,me he reido lo he disfrutado,me encanta el humor de jardiel,ahora lo he perdido ,estaba muy roto y lo estoy buscando,no mje extraña k a tu padre le encantara,al mio tambien

 
A las 31 de enero de 2012, 22:18 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Que bonita historia :)

 
A las 12 de enero de 2013, 19:19 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Preciosa historia, y grande Poncela. Me leí el libro de adolescente y aún lo conservo como oro en paño.

P.

 
A las 27 de enero de 2013, 20:47 , Blogger Diego Fdez. Sández, autor de "Jenny Hill y el Caso de los 3 Diamantes", comediógrafo y novelista ha dicho...

Una historia muy bonita. Qué cosas, ¿no...?. Ha habido un momento (lo de la luz), que me ha recordado a la obra de Jardiel "Un marido de ida y vuelta" :) Jardiel, un genio.

 

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