Un viaje en autobus

Uno intenta concienciar a sus hijos de las bondades del transporte público, amen de otras lindezas de solidaridad social, así que el sabado pasado, en que volvia de una excursión, fui a recogerle no con mi modesto utilitario, sino con un autobus de la EMT.

Cargado con los adminículos que yo llevaba ya (un libro para amenizar la ida y un mp3 por si las apreturas me impedian sacarlo) y los del nano (su mochila que deberia haber regresado vacia pero no lo hizo), subimos a una sede de la ONU. Coño, si ahí había de todo: chinos, magrebies, colombianos, rumanos, ecuatorianos, un tipo que debia ser nórdico, y, claro, españoles.

Españoles gilipollas, que todo hay que decirlo. Primero un capullo con hedor a sobaquina y cara de votante habitual de ese tandem diabólico que conforman el PP y el PSOE, que tanto montan (a nosotros), montan tanto, empujandome una vez dentro del autobus para llegar a la parte trasera del mismo. ¡Pero capullo, que esta igual de lleno! ¿Que quieres, tirarme y que me quede en el suelo con una tortuga?... pues pa chulo yo, y pa cachondo mi abuelo, que murio de parto. Toma empujón hacia atras, a ver si tu tienes esa estabilidad que me arrogas.

Una vez disuelto el conflicto con el pequeño ladrador, le digo al nano que se sujete a la barra, que se la va a dar. Se sujeta, y yo detras. Una barra a medio camino entre la puerta de entrada y la de salida, y un viejales con una barba más amarilla que blanca, no se si de grasa o de los fideos con los que la debe regar a diario, me espeta amenazante "¿Va a bajar aqui? ¡porque yo si!". Caballero, que ud. ya está mayor para sodomizar verbalmente a la población civil. ¿Quiere bajar? ¡pues arreando! ¡a paso legionario! ¡up, oh, eh, aro! ¡up, oh, eh, aro!.

Los cojones. La próxima vez le van a dar a la solidaridad y lo recogeré en coche. Que les den por culo a los internacionales autobuseros y los gilipollas adláteres.