Sentado en un banco de la calle, esperando acompañado de Luis Alberto de Cuenca
Sentado en un banco de la
calle,
esperando acompañado de
Luis Alberto de Cuenca
te veo pasar, radiante y
gloriosa.
Te veo pasar, radiante y
gloriosa,
mirada al acecho y
taconeo triunfante
mientras me confundo con
el tráfico
Mientras me confundo con
el tráfico
te recuerdo, joven y
altanera, veinticinco años atrás
cuando no había tristezas
que aliviar
Cuando no había tristezas
que aliviar
tus risas nos mantenían alerta
y embriagados
tu perfume era una fiesta
feliz.
Tu perfume era una fiesta
feliz
a la que invitabas a todos
tus viejos amigos, aquellos que olvidaste
mientras la vida iba
cambiando sus escenarios.
Mientras la vida iba cambiando
sus escenarios
tu quisiste subir la
escalera del éxito, saltando peldaños
sin darte cuenta de que
el cielo se oscurecía.
Sin darte cuenta de que
el cielo se oscurecía,
no pudiste refugiarte de
la tormenta
no pudiste poner tierra
por medio.
No pudiste poner tierra
por medio,
te creíste una
transgresora por no distinguir en la noche
como cuando me robaste un
beso
Como cuando me robaste un
beso,
caí en que no te lo había
reclamado.
Sentado en un banco de la
calle.
Etiquetas: Cuentos, mi casa: que pasa