El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

jueves, 9 de abril de 2009

Un cuento divisionario. Mientras la muerte me permita seguir



Un querido amigo me pasa este cuento que ha eescrito y no puedo hacer menos que darle difusión por aquí.


Que aproveche.



Mientras la muerte me permita seguir



Barro. Barro, hielo, bunkeres, sangre y camaradas. Tu necesitabas esto, aunque no lo sabías. El termómetro no se mueve, el bigote se te hiela y solo esperas que ese organillo de Stalin que barre tu sector se atasque y salte llevándose por los aires a esos ruskis y a la puta que los parió.


Se arrastra Simancas hasta aquí. Un tio cojonudo, el sargento Simancas, aunque siempre me mete en todos los fregados.


- “Tu, Juan, pilla dos cintas de ametralladora, y sígueme”


A la muerte, a la muerte con la División Azul, cantábamos en el campamento de Grafenwöhr. Claro que aun nos quedaba recorrer media Europa a pie y helarnos las pelotas en Novgorod. Ahora se que no era broma. La gente del Capitán Palacios está siendo copada por los rusos y solo esa ametralladora, con dos guripas desvencijados esperando un nuevo amanecer sobre el metal aun caliente, puede salvarlos. Vencer o morir, y a no olvidar que jamás se ha de abandonar a un camarada en campo de batalla.


Arrastrándonos bajo un estallido continuo, una explosión infinita sin intervalos, Simancas va marcando la ruta. Ya está cerca, la veo. Estamos bajo una catarata de fuego, en una hora los rusos han sembrado suficiente acero a nuestro alrededor como para reconstruir la Ciudad Universitaria. Algo me ha mordido en el brazo, me detengo un segundo para mirar y la nieve roja me invita a seguir y no despegarme de Simancas. Justo es cuando todo se hace negro alrededor. Solo atino a ver la cabeza de Simancas abierta como un melón mientras en lo poco que queda de su cara una sonrisa siniestra me hace una mueca. Antes de perder el sentido solo atino a musitar “Padre Nuestro, que estás en los Cielos...” y besar la tierra que cobijará la carne rota de mi camarada.


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Riga. Spanien Lazaret. La metralla del brazo estará en la basura. O igual la funden para darme una Cruz de Hierro, aquí en Rusia sabes que una de las dos cruces te ha de tocar, o de hierro, o de madera. Por fin me permiten salir a pasear; ya era hora, necesito oler a hembra, voy a ver el color del bario chino de esta mierda de ciudad.


El autobús. Un asiento. Me lo apropio y miro por el rabillo del ojo a dos policias militares alemanes malencarados. Estos kartoffen tienen malas pulgas, mejor pasar desapercibido. Y entonces la veo y me froto los ojos con mi única mano útil, no doy crédito. Una chica acaba de subir, y es clavada a mi hermana. Sus ojos, su forma de moverse como un gorrión desamparado. Me quedo absorto. Me levanto y le cedo mi asiento, pero por poco tiempo. Este par de lagartos teutones están escupíendome palabras llenas de consonantes a la cara, con un hedor de col hervida, de chucrut y strudel mal digerido. Ya veo por donde van, la chica tiene cosida una estrella de David amarilla en la ropa. Que les jodan.


Quieren que la levante y vuelva a sentarme yo. Los judios no pueden sentarse en ese asiento. Meto mi mano en el bolsillo y, de la forma más chulesca que puedo, les espeto “yo también soy judio”. Esto promete juerga, esas gambas germanas van cogiendo color y nos arrastran a la chica y a mi a la Kommandantur . Intento disculparme ante la chica, le susurro “izvinitie” y ella me devuelve una sonrisa, la primera que le he visto. Me dice “Spasiva” y yo le digo, como un título de honor “Ispansky, Galubaya Divisia”. Ni el método Berlitz.


En la comandancia, llaman a mi coronel. Casi todo el personal de servicio son rusos, bien por razones alimenticias, bien porque están mejor bajo los alemanes que bajo los comunistas. Quien sabe. De todo el personal civil solo me llama la atención una morena, enorme y preciosa, que cimbrea las caderas insinuando un culo lleno de peligros que quita el hipo. Justo lo que yo iba necesitando.


Masha Mope, que así se llama la morenaza, se acerca a nosotros. Es la traductora. Además de dominar el ruso, el alemán y el francés, chapurrea el inglés y el español. Así me gustan las nenas, guapas y listas. Que pena conocerla aquí.


Le hago entender quien soy, le explico lo que ha pasado, que corrobora Yelena, la rusa judía del autobus. Llaman a mi coronel, que llega hecho una furia. Por Masha me voy enterando de la charla que tiene en alemán con el comandante del puesto. Dice que al ser español, el se encargará de darme mi merecido y pide llevarse a la judia para completar la instrucción del caso.


Salimos Yeni (ya la llamaba así, había aprovechado el tiempo para ir conociéndola mejor), y yo acompañados por el coronel. Nos metimos los tres en el asiento trasero de su coche oficial y entonces el coronel Rivadabia, sacando un cigarro y colocándoselo en la comisura de los labios me dijo


- “Les he prometido que te daría tu merecido y eso voy a hacer. Cuando lleguemos le pides al chófer, a Lafia, que te de un par de botellas de coñac, de las mías. Y la chica...”

- “Yeni”, dije yo

- “No conviene que vaya por la calle en unos días. Nos ayudará en cocinas”


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La vida en el lazareto era muy aburrida. El coñac había desaparecido, a cambio de unos cuantos cigarros y de esa mortadela alemana que sabía a petroleo, y hablar con los camaradas me ponía de mala leche. Corría el rumor de que ese culo gordo con voz aflautada que nos robó la revolución quiere mandarnos a casa. Y una mierda. Yo me quedo aquí, con permiso o sin él. Tenemos que darle la vuelta como un calcetín a esta Europa podrida de mercaderes y comunistas.


Me puse mis hosen más limpios, de un paño feldgrau impoluto, y la feldbluse. Y arreando, que es gerundio. Hoy si me voy a alegrar el pajarito. Escarmentado decido ir andando, dando un garbeo con la mano libre en el bolsillo y un pitillo en la oreja para luego. De repente al doblar la esquina, la veo. ¡Masha! ¿tan lejos de aquí?. Sus ojos se abrieron aun más que de costumbre. Me agarró del brazo bueno y me empujó a un portal. En un castellano clarísimo, con ecos de las fuentes de Lavapiés me habló


- “Vete. La resistencia va a cazar a todos los alemanes que hoy estén en esa parte de la ciudad”


Coño con la rusa, que no es rusa.


- “Me vas a disculpar, monada”, dije mientras la encañonaba con la fusca, ·”pero vas a ser tu quien me cuente que está pasando aquí, quien coño eres y de que vas”


Se veía nerviosa, a ese bombón. Está que cruje, la condenada. Asomó la cabeza fuera del portal, sacó una llave enorme y oxidada y abrió.


Miriam, que así se llamaba de verdad esa Vénus, Míriam García, que más del foro no podía ser, era española, si. Española, comunista y espía, toma trío. Sacaba información del cuartel y la llevaba a su contacto, en una casa de putas sucia y destartalada. Si alguien la veía siempre podía creer que sacaba dinero extra para cuidar a su anciano pope o a su matruska. Hoy había decidido salvar mi vida, se ve que le gustó lo que hice por la judía.


¿Continuará?

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miércoles, 8 de abril de 2009

De un abuelo y una nieta

He pasado mucho tiempo sin escribir, lo se. El trabajo se acumula y el ocio (este blog es un puro y puto desparrame de ocio) se merma. Como empiezo las vacaciones, aprovecho y al menos hago una entrada debida.

Tendría mucho que contar, como lo que me parece que un tipo que no sabía hacerle las fotocopias derechas a Balbás sea ahora ministro de Fomento, o la ¿ministra de cultura? que nos va a mandar a galeras a los que gastamos la mula. Pero como he dicho, voy a lo que voy.

Una alumna de mi universidad, Alicia, que descolla entre las demás, y no solo por su belleza, sino porque tiene la cabeza estupendamente amueblada, más para los años que tiene, me pidió un favor y no quiero fallarle.

Su abuelo, que tiene un blog (¡su abuelo de 90 años!. Repito: no-ven-ta años) se ha puesto malucho, sus hijos lo llevan a retortero por sus distintas ciudades (cada hijo vive en un punto distinto de España, parece ser) y el no puede continuar con el blog. Su nieta, Alicia, cumpliendo SUS deseos, informaba de su estado... hasta que sus padres se lo han prohibido.


Parece ser que sus padres, criados bajo una formación rigurosa, llena de referencias morales impecables, rechazan ahora la ideología del que se la dio. El abuelete tiene la mala suerte de ser falangista en un país donde eso parece ser pecado nefando, y no le perdona haber ido a pegar tiros a Rusia, por ejemplo. La generación siguiente trata de hacerse perdonar ese pecado para salir bien en la foto del PP y, por supuesto, el que a la nieta le hagan tilín las batallitas del abuelo y que esté leyendo a José Antonio por su consejo, les ponen las campanillas de corbata y le han prohibido taxativamente que ponga una sola línea más en el blog.

Pero... no le han prohibido que hable conmigo, así que parece ser que ha linkado este blog allí.

Pues bien, el parte es que

"Mi abuelo está mucho mejor, pero en Madrid. La pierna no termina de curar y no quieren dejarle volver hasta que no ven que puede valerse por si mismo. Porque lo que quiere mi abuelo es volver a su casa, el solo, sin nadie que le controle"

Hasta aquí, el recado.

Y ahora, mi reflexión.

No hablaré mal de los papas de Alicia. No porque no piense un buen lote de insultos, sino porque a ella la aprecio mucho. Así que hablaré de esos peperos y sociatas descendientes de familia azul que ahora no solo reniegan de sus antepasados, sino que se colocan enfrentados a ellos.

Mi reflexión, es muy breve. Elemental. Visceral. Fácil de entender. Rápida.

Me cago en la puta que os parió.

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