El Cascarrabias

En la vida civil no digo tacos, soy muy amable, mantengo la ética y el estilo hasta límites rayanos con la estupidez. Es el momento en que necesito desfogarme. Así, nace el gran cascarrabias. El gran cascarrabias o de como la vida moderna nos hace decir tonterias. Estas son las mias, dichas para mi mismo. Si te gustan, de acuerdo. Si no, pues tambien. Y si me insultas, tu más. Hago mia la frase de W.C. Fields: "Dicen que soy xenófobo. Se equivocan: odio por igual a todo el mundo"

lunes, 18 de junio de 2012

Dios te atrapará


Del "chalao" de siempre, otro cuento:

Dios te atrapará

- “Buenos días tenga Ud, Don José María”

Mientras se inclinaba servilmente, el bedel pudo ver los lustrosos zapatos del presidente del banco, que, como siempre, sin siquiera dignarse a frenar su paso y mucho menos a devolver el saludo, se apresuraba a meterse en su vehículo.

Con la manija de puerta abierta en su mano, Pepe mascullaba en su interior que el jefazo se iba a una de sus acostumbradas juergas de los jueves con su amante. Pero poco tiempo pudo recrearse en sus pensamientos. De repente, notó que algo pegajoso le había caído en el pelo. Y escuchó el ruido sordo del cuerpo del presidente derrumbarse a su lado, con los ojos abiertos como platos, como observando la vida que se le había escapado, y la parte trasera del cráneo derramando sangre y masa encefálica a partes iguales. Lo que le había servido como una nueva brillantina hoy.

Las noticias zumbaban. En todos los telediarios, de todas las cadenas, era la noticia estrella. A izquierda y derecha del caos, el asesinato por un francotirador del presidente del banco más fuerte del país era repetido, dando todo lujo de detalles y entrevistando a mil testigos diferentes, cada uno más disparatado que el anterior.

A punto de dar paso a los deportes en la mayoría de las televisiones, ocurrió el zambombazo. Otro “flash informativo”. El presidente de otro banco había recibido otro tiro, de forma idéntica al anterior. En éste caso, se encontraba jugando al paddel con unos amigos cuando, nadie sabe desde donde, alguien le reventó la cabeza de un disparo.

Puedes correr mucho tiempo, pero tarde o temprano, Dios te hará caer

La policía estaba perpleja. No sabían por donde tirar. No era la actitud típica de los grupos terroristas, nadie había reivindicado nada. Los antisistema no tenían esa capacidad operativa. Los grupos de extrema izquierda y extrema derecha... ¡bah!. No, era imposible. Estaban demasiado controlados como para que algo así se les hubiera pasado por alto.

Esto venía de otro sitio. De algún grupo desconocido y, por tanto, según su alambicada lógica, muy peligroso.

A lo largo de las dos semanas siguientes, los máximos dirigentes de los diez mayores bancos españoles habían sido ejecutados. No importaba la seguridad de la que se rodearan, los efectivos policiales que les siguieran, lo mucho que se rastreara el entorno de cada uno de ellos, que se peinara todas y cada una de las azoteas y que los helicópteros hiciesen horas extras. Para cada uno de ellos había una bala. Pero no era una bala cualquiera.

Los estudiosos de balística nunca habían visto algo así. La munición era sorprendente: cartuchos del 9x19 de sistema “Arkane”, perforante de alta velocidad... pero la bala era de plata. Un producto de alta precisión, con visos de ser casero. Y con un valor simbólico clarísimo.

Los miembros de las cúpulas bancarias se trasladaban como si fueran oro molido. Vehículos  blindados, guardaespaldas, armamento capaz de desencadenar una pequeña guerra, cobertura aérea... hasta alguna compañía del ejército servía de escolta en ocasiones puntuales.

Pero todo parecía inútil. Cuando el último de los directores del último de los grandes bancos desparramó sus sesos encima de la mesa del restaurante donde cenaba con los directivos de un par de grandes empresas, el francotirador guardó silencio. Se retiró, nadie supo donde se había metido, de igual manera que nadie sabía de donde había salido.

Pasaron dos semanas y no había novedad alguna en el caso. La policía estaba totalmente desorientada. Más allá de las balas de plata, y una pequeña casualidad que estaban estudiando, no tenían nada.

Así pues, se aferraron a lo poco que tenían, aunque fuera humo, sueños impalpables.  Agarrados a esa pequeña casualidad que martilleaba en la cabeza de los inspectores del Cuerpo Nacional de Policía le daban vueltas una y otra vez: en al menos ocho ocasiones alguien había llamado a radios locales en un lapso de cuatro horas a media hora antes de cada disparo, pidiendo una canción dedicada, siempre la misma: "God's Gonna Cut You Down", interpretada por Johnny Cash. Quedaba por ver si en el resto de ocasiones esa extraña petición se había repetido, pero de momento no lograban cuadrar el puzzle.

Y en esas estaban, con los medios de comunicación ya más pendientes de los deportes del momento que del “caza vampiros”, que es como habían dado en llamarle, una vez se filtró, quizá intencionalmente, el tipo de munición empleada. La tranquilidad parecía volver poco a poco a las calles. Lo que no dejaba de ser un error.

Ve a decirle al mentiroso, al crápula, al trepa, al jugador, al calumniador
Ve a decirles que Dios va a hacerlos caer

El presidente de la mayor cadena privada de televisión salió del recinto de la empresa a toda velocidad. Subió a lomos de su enorme motocicleta y, aun con el motor parado, recibió la lluvia. Una lluvia de balas procedente de un coche a toda velocidad que lo dejó besando el suelo.


Los consejillos de redacción ardían. Los grandes medios de comunicación del país estaban en pleno debate interno, intercambiando a diestro y siniestro llamadas, correos electrónicos... No sabían si dar vuelo a la noticia o silenciarla, y no tanto como para no perjudicar la investigación como para evitar imitadores. No sabían hasta que punto la epidemia de balas de plata que había acabado con los banqueros venía del mismo origen, o si algún chalado había mimetizado el estilo.

Todos a una, en una decisión unánime hasta la fecha en la prensa española decidieron no decir nada. Una idea algo inutil, en la era de internet. A la media hora, centenares de blogs lo contaban. En las redes sociales se podían ver hasta vídeos del cadaver. No pudieron hacer más que abrir la siguiente edición de los noticiarios divulgandolo. Mientras tanto, y en previsión de males mayores, todos los presidentes y directores de las grandes cadenas públicas y privadas, se rodearon de las mayores medidas de seguridad.

Los medios de comunicación internacionales, de la CNN a Al Jazeera cubrían la piel de toro. España era el centro del mundo conocido, los noticiarios de Tokyo a Tegucigalpa abrían con
las noticias de ese extraño justiciero. O grupo de justicieros, que todo flotaba aun en la indefinición.

Precisamente atendiendo el ruego de una entrevista con una cadena extranjera, la FOX, el director de la mayor cadena pública española se atrevió a salir de su encierro.  Dos furgones policiales escoltaron al personaje hasta el plató que la FOX había improvisado en un hotel de lujo en Madrid. Era imposible que nadie pudiera ni tan siquiera no ya acercarse, sino verle. Con una seguridad absoluta, no se sabe si impostada por presumir que las cámaras ya andaban filmándole, o real, por el despliegue que le acompañaba, se sentó en la silla negra que le esperaba. Apenas sus nalgas rozaron el asiento, un estruendo hizo que todos los presentes echaran el cuerpo a tierra. Apenas el ruido hubo cesado, se encontraron con un cadaver exquisito sangrando a más y mejor: el del invitado. Las balas habían atravesado un falso techo, reventando la escayola y acertando con increíble puntería en el personaje que era diana de sus intenciones.


Dios mío misericordioso, déjame decirles la noticia
Mi cabeza ha sido mojada con el rocío de  medianoche
Me he postrado de rodillas a hablar con el hombre de Galilea
Me habló con una voz tan dulce
Me pareció escuchar el arrastrar de los pies de un ángel
Me llamó por mi nombre y mi corazón se detuvo
Cuando dijo: "¡John ve a hacer mi voluntad!"

Y  no fue el único cadáver. Poco a poco, haciendo gala de una información más que privilegiada, conforme los directores y presidentes de las principales cadenas salían, siquiera por unos minutos, de sus escondites, fuera por obligaciones públicas o privadas, iban siendo ametrallados. El mismo calibre. Y no sólo eso.

En el más absoluto de los secretos, la policía había silenciado dos detalles, que se repetían en cada una de las ocasiones. Uno, era continuidad de la serie de ejecuciones del “caza vampiros”: en alguna emisora, pequeña o grande, alguien había pedido que se pusiera como disco dedicado "God's Gonna Cut You Down", interpretada por Johnny Cash. Y aunque por regla general no pinchaban ese disco, bien porque recordaban los ecos macabros del ajusticiamiento de banqueros, bien porque no les encajara en la programación, a las pocas horas ocurría el ametrallamiento.

La otra clave era una relativa novedad. Las balas no eran de plata, la munición era convencional, pero... pero la plata, de otra forma y manera seguía presente. En algún lugar de la escena del crimen, habían encontrado siempre una moneda de plata: un denario. Otro guiño quizá, con una simbología clara: era la moneda de la traición.

Incluso en un caso en que el escenario había sido furiosamente privado, la dichosa monedita había aparecido. El presidente de una televisión autonómica se atrincheró en su gigantesco chalet en una urbanización de super lujo con seguridad propia. Mandó fuera a todo el mundo, no se fiaba ni de sus hijos. Sin embargo, el jardinero del vecino descubrió su cuerpo ametrallado en la piscina; la policía poco más que verificar la muerte pudo hacer... excepto encontrar un denario en el fondo del vaso de whisky que el ejecutivo presuntamente paladeaba cuando la parca vino a visitarle en forma de ametralladora.


Ve a decirle al mentiroso, al crápula, al trepa, al jugador, al calumniador
Ve a decirles que Dios va a hacerlos caer


La calle ardía en rumores. Ideas contrapuestas chocaban. Lo que al principio se veía como un acto de terrorismo o, cuando menos de un loco furioso, parecía encajar como un puzzle en el ánimo de la población. Banqueros y periodistas, muy escogidos y sin víctimas colaterales. Ni un viandante, ni un policía o guardaespaldas herido en lo más superficial. Era un trabajo muy profesional y con unas metas muy claras: se estaban cepillando a los traidores. Y eso que la gente de a pie no conocía la historia de los denarios.

Lo cierto es que nadie sabía quién vendría después ¿directores de periódicos, quizá? ¿grandes empresarios de la construcción?. Las quinielas eran infinitas. A cada cual le hubiera gustado que ese loco, que no estaba por lo visto tan loco, tomara como diana de sus disparos a sus fantasmas particulares.

Los jueces del supremo decidieron trasladar de forma provisional sus actuaciones a la isla del Hierro, autoexiliándose. Los responsables en España de las empresas multinacionales decidieron gobernarlas desde el extranjero. Los directores de las grandes cadenas de radio empezaron a dimitir uno tras otro. Los obispos, símplemente rezaban. Los ministros se atrincheraron, se blindaron.

Puedes correr mucho tiempo, pero tarde o temprano, Dios te juzgará

Y no sólo los ministros, a ellos se les unieron pronto los jefes de los grandes partidos. Diputados, senadores, paralamentarios autonómicos, miembros de ayuntamientos grandes y pequeños. Todos parecían esperar asustados al vengador.

Pero la gente de la calle, camareros, médicos, bomberos, taxistas, profesores... no le temían. Es como si tuviesen claro que no podían estar en su objetivo. Porque no se sabían responsables de nada. Porque no tenían el miedo de los reos.

En los mercados, en los bares, en las aulas, en todas partes, la calle ardía en corrillos. Y tenían un condenado al que quemar, pero no era el tipo que disparaba. Empezaban a ver en esa postura asustadiza algo más que miedo: una declaración de culpabilidad.

Los parlamentarios aprobaron por unanimidad una dotación económica extra que les permitía prácticamente disponer cada uno de un pequeño ejercito. Esa decisión fue la que terminó de calentar los ánimos del Juan Español, de ese sujeto que suele no hacer nada hasta que el vaso se desborda. Y éste vaso ya se derramaba por litros.



Puedes lanzar la piedra y esconder la mano
Trabajar en la oscuridad contra tu prójimo
Pero tan cierto como que Dios hizo el blanco y el negro
Lo que se hace en la oscuridad, será llevado a la luz


Y empezó la juerga. Ésta vez no hubo balas. La noche caía sobre Madrid y, contra su costumbre, el pleno en el congreso se alargaba. En cuestión de minutos, tras acabar el mismo, salían a escape la mayoría de los ministros y los líderes de los distintos grupos parlamentarios con sus coches blindados. Y la noche desapareció. Se convirtió en día.

Explosiones casi simultáneas, milimétricamente estudiadas para afectar tan sólo a los asientos traseros, iluminaron el centro de Madrid. Cuando el humo se disipó, los peatones que a esas horas andaban en torno al Congreso vieron como los conductores y el servicio de escolta iban abriendo como latas de sardinas las desvencijadas partes traseras de lo que una vez fueron vehículos acorazados. No hubo supervivientes entre los políticos. Tan sólo encontraron un pequeño guiño que la policía tendría que tener en cuenta en el futuro: en cada coche había sujeto con soldadura un pequeño objeto de plata: un crucifijo.

Tan sólo el ministro de sanidad y la ministra de educación habían escapado de la muerte. Y es que el primero estaba en Zambia, en la presentación de una ONG a la que había dado con su firma una donación de dos millones de euros, y la segunda estaba encerrada en su casa con un fuerte gripazo.

Puedes correr mucho tiempo, pero tarde o temprano, Dios te hará caer

La ministra voló al sentarse en su propio retrete esa misma noche. Idéntico acontecimiento sucedió en la casa del presidente del Senado. El ministro, ahora presidente en funciones, estaba a punto de aterrizar en Barajas cuando su secretario le alargó unos papeles con las últimas noticias: todos los presidentes autonómicos habían dimitido. Muchos de ellos, además, habían abandonado España. Una noticia menor aparecía en el resumen de prensa: alguien en la policía había filtrado lo que la gente en general no conocía del caso: los denarios de plata, los pequeños crucifijos, hasta la relación de emisoras que habían colocado la canción de Cash, y a que hora había sido escuchada. Vio antes de bajar como un verdadero enjambre de policias había tomado el aeropuerto. El plan era elemental: un doble suyo saldría en su coche, pero el escaparía por el alcantarillado hasta un segundo coche seguro.

De nada sirvió. Cuando había avanzado unos doscientos metros, tres kilos de goma dos se lo llevaron no por los aires, pero si bajo tierra. Bajo mucha más tierra de la que estaba en ese momento: al infierno.

El español de la calle se lo tomó casi a chirigota. El que escapara como una rata por las alcantarillas y fuera alcanzado allí por la explosión fue hasta celebrado con brindis en algunos bares. Como cuando la Zarzuela colapsó por esos explosivos que la barrieron hasta los cimientos.

Claro que entonces no encontraron nada de plata. Tan solo un saco de sal.


Ve a decirle al mentiroso, al crápula, al trepa, al jugador, al calumniador
Ve a decirles que Dios va a hacerlos caer

La policía buscó durante días, semanas, meses, años... podría haber buscado durante siglos. No había ni rastro. Ni lo habría.

Hubo un periodo donde gente ajena al poder, profesionales liberales, profesores, jefes del ejército... tuvieron que hacerse cargo de las estructuras vacias. Paradójicamente para los medios de comunicación extranjeros lo hacían mucho mejor que los políticos profesionales.

Hubo, es cierto, alguna tentación de regreso entre los exiliados. O de caer en la corrupción por los nuevos aprendices de político. Pero, sin averiguar nunca el origen, en sus manos aparecía por distintos cauces un denario, un pequeño crucifijo de plata o incluso una bala, lo que bastaba para abandonar toda tentación.

Cuando se cumplió un año del primer tiro, una frase apareció pintada en distintos muros de todas las ciudades de España:

“Cuando España esté en riesgo, no faltarán los almogávares”

Afortunadamente, querido lector, ésto es solo una pesadilla, un sueño tras una digestión pesada en una noche calenturienta.

¿Afortunadamente?



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jueves, 14 de junio de 2012

El responsable de la crisis




Descubierto el responsable de la crisis. Tan solo hay que tirar del ovillo...

Rajoy: "Es la herencia recibida"
ZP: "Aznar generó una burbuja inmobiliaria"
Aznar: "Felipe se cargó el entramado industrial"
Felipe: "Los gobiernos dubitativos de la UCD se comportaron como tahures del Missisippi"
Gobernantes de la UCD: "El general Franco ahogó a España con la autarquía"
Franco: "Existe una conspiración judeo-masónica que fue representada en España por el Frente Popular y los partidos republicanos"
Políticos republicanos: "La monarquía Alfonsina, apoyada en los generalotes como Primo, han dejado a una España mísera"
General Primo de Rivera: "Los políticos de la restauración tenían una mirada alicorta"
Cánovas y Sagasta: "El estado liberal ha sido nefando para España. De las guerras carlistas a la I República no ha habido un hombre de estado decente"
...
Don Pelayo: "A mi no me miren"
...
Hombre de Atapuerca: "Lo reconozco. Soy el culpable. He jodido Bankia y la economía española en general"

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martes, 12 de junio de 2012

Una de zombies

Un querido amigo me remite éste relato que... tiene su aquel.

Disfrutadlo.

o O o

Cash - Z


La idea de Pablo es excelente. Eso de montarnos un pequeño retiro en la montaña, alejados de la tecnología, en una cabaña sin luz eléctrica y donde la falta de cobertura y lo precario de los caminos nos asegura un relativo aislamiento, sonaba muy bien y ha resultado aún mejor.

Eso sí, creo que la verdadera intención de Pablo era tenernos como mano de obra esclava. En esta vieja cabaña que su abuelo se hizo años antes del desarrollismo español de los 60, creo que había polvo y telarañas acumuladas desde diez años antes de que la construyeran. Menos mal que somos muchos y, como no tenemos manías políticamente correctas, mientras las chicas se han dedicado a limpiar, nosotros nos hemos puesto a reparar lo indispensable para hacer este conjunto de troncos habitable durante unas semanas. Tenemos las manos llenas de callos, pero ya no quedan goteras, los cristales están repuestos, la bomba de agua funciona perféctamente, la chimenea tira como pocas y hasta las alacenas están repletas de conservas suficientes como para sobrevivir a un ataque nuclear, si Khrushchev levantara la cabeza y no se enredara con los cuernos en la lápida.

Parece que el abuelo de Pablo esperaba tener una familia numerosa, pues aún quedándonos una habitación para cada una de las cuatro parejas, hemos dejado cerradas un par de ellas que no necesitamos. Una la hemos limpiado, para poder usarla como almacén provisional, ya que el cobertizo está totalmente destrozado, y la otra... bueno, la otra simplemente la hemos cerrado. Con las telarañas que quedan dentro podríamos tejer un vestido de novia para todas las vírgenes que quedan en España, que a decir verdad, no deben ser muchas.

Es magnífico estar aquí. Sería el lugar ideal para que alguien como yo se jubilara. Lo suficientemente escondido en las montañas como para que hasta los vándalos se olviden de su existencia, pero no tanto como para que con un buen todoterreno te plantes en veinte minutos en un pueblo que, sin ser una gran cosa, está bien surtido. Hasta libros venden en su quiosco. Un sitio delicioso, en resumen. Si además te gusta andar por la montaña, eso que los horteras llaman ahora trekking, tienes suficientes rutas disponibles como para perderte y que nadie te encuentre si es tu deseo. En el poco tiempo que estamos aquí he tropezado con fuentes de montaña, frutos silvestres y una cantidad de conejos tales que dan ganas de invertir mis ahorros en café, municiones y libros, y retirarme de antemano en la cabañita de Pablo convirtiéndome en un eremita.

Pero lo mejor son las noches. Cuando todos nos reunimos en torno al fuego y emulamos a Byron, Shelley y esos otros chiflados del XIX, y nos dedicamos a inventar historias. Historias de vampiros, de modernos prometeos, del Golem, del lobisome o símplemente, truculentas. Reconozco que cuando la primera noche María sacó su tablet, me enfade. Rompía esas normas no escritas de nuestro retiro ese aparato que, de día, recargaba a través del encendedor del coche y que por la noche le proporcionaba música y lectura. Cuando vi que la metía en su macuto y se lo recriminé, se defendió diciendome que mientras yo me llevaba una maleta llena de libros, ella llevaba diez veces más lectura en ese cacharrito. La verdad es que nada mejor que ponerle una suave banda sonora a esas pequeñas locuras que nos inventamos por la noche, siguiendo un turno rotativo inexorable.

Esta noche me tocaba a mí. Ya tenía hacía un par de días muy desarrollada la idea que convertiría en cuento, y menos mal, porque hoy verdaderamente me había agotado corriendo bajo el sol, y no estaba para muchas filigranas.

Le pedí a María que colocara de fondo a Johnny Cash. En concreto, “The man comes around”. Y empecé.

o O o

Mi historia transcurre en un lugar no muy diferente a éste. Una montaña alejada de la civilización, un grupo de amigos compartiendo la tierra y la sal durante las vacaciones, por lo mismo que nosotros: porque nos gusta nuestra compañía y porque, en estos momentos de angosturas económicas, nos salía muchísimo más barato encerrarnos aquí que irnos a una playa llena de macarras y pechos operados.

Pero hay una diferencia: cerca de la montaña de mi historia, había en su momento una vieja residencia de tuberculosos, donde los enfermos que ya poco más que despedirse de la vida podían hacer, eran recluidos, y donde algún doctor loco practicaba fantasiosas curas con ellos, que las más de las veces, lo único que lograban era acercar su cita con la sepultura.

Uno de esos médicos, que en el año 58 recabó en España escapando a través de Europa de los tanques rusos que aplastaron su Hungría natal, hizo un experimento que al menos en apariencia fue un atraso. Inyectaba en el flujo sanguíneo de los pacientes una sustancia radiactiva de su invención que,  a pesar de darles un par de días de recuperación súbita, transcurrido ese breve canto del cisne, fallecian.

Los enfermos eran enterrados al principio en el camposanto del pueblo, pero como los lugareños se quejaban de que cada vez había más muertos extraños, y que a éste paso el cementerio pronto sería más grande que la aldea, las autoridades sanitarias consintieron en crear una fosa común a pocos kilómetros de la residencia. En ella se fueron depositando los cadáveres durante años, hasta que la tuberculosis se convirtió en una enfermedad más benigna, y la residencia fue cerrada.

Pasaron años y años. Un cazador que, persiguiendo a un desdichado jabalí,  acabó atravesando la maleza gigantesca que escondía esa improvisada necrópolis, creyó ver algo que brillaba. Su sorpresa fue tremenda: si, había una luz... una luz que salía de debajo de la tierra. Por aquí y por allá, entre algunas piedras, herramientas olvidadas y oxidadas, alrededor de todo aquello que había impedido que los hierbajos silvestres ocuparan cada milímetro de tierra, aparecían hilillos de luz. Una luz verdosa, inquietante. Lo suficiente como para que el cazador pusiera pies en polvorosa y...

o O o

María ¿me pones ya la música de fondo?. Gracias, cariño.

o O o

There's a man going around taking names and he decides who to free and who to blame. Everybody won't be treated all the same. There'll be a golden ladder reaching down. When the Man comes around

Hay un hombre que se acerca y apunta los nombres. Y él decide a quién liberar, y quién culpar. No tratará a todos por igual. Habrá una escalera dorada, para descender. Cuando El Hombre esté próximo.

Seguimos. Mis amigos me miraban atentos. Se ve que les había gustado el principio  de la historia y que el gran Johnny Cash había servido para ponerles aún más en tensión.


Ese cazador se fue, como alma que lleva el diablo, y quizá en este caso fuera literal, pues, no se sabe si por su presencia, que alteró el sueño eterno de los antiguos enfermos, o porque en un complicado sistema de plazos les tocaba ya levantarse y despejar la pereza de tantos lustros de sueño, si no eterno, al menos sí profundo, la tierra empezó a rasgarse bruscamente. La luz, antes tenue, se hizo intensa, cegadora. El bosque entero quedó inundado de verde esmeralda. Y aparecieron. Primero manos, haciéndose camino, luego, los brazos, las cabezas, siguieron a esas manos. Los muertos volvían a la vida. La carne, apenas reseca, como si hubieran muerto en un entorno con muy poca humedad, dejaba entrever un brillo: sangre que recorría sus venas, pero sangre verde, iridiscente.

Como si fuera una marabunta, o lemmings camino del precipicio, todos se pusieron a andar en la misma dirección. Lentos. La prisa parecía desterrada a la otra parte de la vida. ¿Porqué en la misma dirección?. No se sabe. Quizá algún efecto en la sustancia que los había encadenado a la muerte en vida les forzaba a seguir el magnetismo de la tierra en una dirección determinada. O querían ir todos a por tabaco, da igual. La realidad es que, en su camino, estaba la cabaña.

Cabaña, donde sus moradores eran totalmente ajenos a lo que les esperaba. En medio de la noche, estaban como nosotros, contando historias de miedo en torno a la lumbre, apurando unas copas de vino y estrechando lazos de amor y camaradería.

Mientras tanto, ellos se acercaban.
The hairs on your arm will stand up. At the terror in each sip and in each sup
Will you partake of that last offered cup? Or disappear into the potter's ground
When the Man comes around

Los pelos de tu brazo se erizaran. Terror en cada trago y en cada sorbo. ¿Vas a beber de ésta última copa? O desaparecerás fundiendote en el torno del alfarero.
Cuando El Hombre esté próximo.


o O o

De repente, unos golpes interrumpieron la narración. Demasiado fuertes e insistentes para tratarse de una alimaña. Debía ser alguien en peligro, algún excursionista perdido y asustado o, incluso, algún accidentado ciclista, como esos locos que se descalabran diariamente en la que ellos han bautizado como “la ladera de las rocas”. Sin embargo, era muy tarde.

Joaquín fue a abrir... y fue lo último que hizo. Una mano oscura y tremendamente fuerte, en el momento en que la puerta estuvo abierta, irrumpió hundiéndose en su calavera. Los sesos de Joaquín nos salpicaron a los presentes que, alarmados, y en medio de una algarabía de gritos, corrimos por nuestras vidas.

Atrapé a María por el antebrazo, cogí con la otra mano un martillo que hacía unas horas había dejado sobre la chimenea, tras terminar de reparar el marco de una ventana que se había desajustado, y de un par de martillazos volé el cristal de la misma. María, Andrea y Fermín salieron antes que yo. Me dio tiempo antes de salir de ver como esos engendros empezaban a comerse el cuerpo de Joaquín y atrapaban a Pablo. Lola y Nuria salieron por la puerta de la cocina.

Afortunadamente, María llevaba las llaves del Land Rover. Acababa de usarlas para sacar el tablet, que había dejado cargando con su batería. Se encerraron dentro y Fermín, aceleró.

- “¡Para! ¡Para!”, dijo Andrea, “no podemos dejarles solos”
- “Las chicas se han ido ya en el Toyota, mira sus luces, aún se ven desde aquí. Por Pablo y Joaquín nada podemos hacer”, explicó Fermín

Corrimos a escape por la carretera. En la parte de atrás del Land Rover, María y yo no sabíamos si mirar hacia delante, buscando el coche de las chicas, o asegurarnos de que esos monstruos no nos perseguían. Mientras, no podía dejar de acariciar el martillo, que no había soltado de mi mano.

Fermín frenó de repente, provocando que una lluvia de piedras salieran disparadas hacia los árboles.

-”¿Qué ocurre?”, pregunté
- “Mira”, fue su escueta respuesta.

El toyota de las chicas estaba empotrado entre dos árboles, a punto de deslizarse por un precipicio. El miedo, la angustia, el recuerdo de sus maridos muertos, sin duda no eran los mejores copilotos.

Bajé del coche, sin soltar aún el martillo, como si fuera un talismán. Los laterales del coche estaban atrancados, el vehículo se había fusionado con los árboles. Las chicas parecían estar bien, muy nerviosas, llorando y con alguna herida superficial que hacía que sus rostros parecieran vivir una experiencia aún más dramática que la que les había tocado en suerte.

Reventé a martillazos el cristal del portalón trasero, y entre Fermín y yo las rescatamos. Justo cuando salía Nuria, María, Andrea y Lola empezaron a chillar. Estaban aquí. Se les veía llegar, como una masa informe. Sin prisa pero sin pausa.

Hear the trumpets, hear the pipers. One hundred million angels singing
Multitudes are marching to the big kettledrum. Voices calling, voices crying
Some are born and some are dying. It's Alpha and Omega's kingdom come

Escucha las trompetas, escucha a los gaiteros. Cien millones de ángeles cantando. Multitudes marchan al son del gran timbal. Voces que llaman, voces que lloran. Unos nacen y otros mueren. Es el Reino del alpha y el omega.
Rápidamente, se metieron las chicas en el coche. Pero tuve una idea... rasgué unos trapos que estaban en el maletero del toyota y los introduje en la boca del bidón de gasoleo de emergencia que llevabamos en él, como en cada coche. Empapé los trapos de combustible, los prendí y arrojé el bidón dentro del coche.

Una vez en el Land Rover, tuve que aguantar la bronca de Fermín. La maniobra nos había puesto al límite. Incluso había tenido que atropellar a un par de esos seres para poder escapar. La mano de uno de ellos se había quedado enganchada en las defensas delanteras, como un siniestro trofeo de caza o un adorno un tanto friki.

Pero lo que vi después me gustó. Mi instinto había acertado. El fuego les asustaba, les hacía huir. Ya no andaban todos en la misma dirección, tomaban distintos caminos para alejarse del fuego. Correr no corrían pero desde luego ninguno se quedaba quieto ante el fuego. Y eso, les hacía vulnerables. Si se disgregaban, se les podría cazar: atropellar, quemar... o ¿porque no? ¡acabar con ellos a martillazos!

Pero no era el momento para ello. El sol parecía próximo a salir. Quien sabe que efecto podría tener en ellos.

And the whirlwind is in the thorn tree. The virgins are all trimming their wicks. The whirlwind is in the thorn tree. It's hard for thee to kick against the pricks

El arbusto de espinas arde. Las vírgenes están recortando sus mechas. El arbusto de espinas arde. Es difícil darle patadas a los aguijones.

El camino de tierra está a punto de acabar. Dentro de nada abandonaremos esa pista forestal y llegaremos a esa vieja carretera de montaña. La civilización parece estar al alcance de la mano.

Y entonces sucedió. Se ve que Fermín andaba medio dormido, pues no vió, o si la vió, pero calculó mal. Fuese como fuese, una gigantesca piedra atrapó al coche por sus bajos.

Nada que hacer. Bajamos y empujamos. Pero las casi dos toneladas del vehículo ni se movían. Debíamos estar lejos de esa legión de condenados, pero a ninguno de nosotros le parecía una buena idea esperar allí a recibir auxilio.

Sacamos del coche todo lo que nos parecía que pudiera ser útil: agua, un par de mantas, una mochila con latas, alguna herramienta que hacer servir como arma, y empezamos a andar con buen paso.

Till Armageddon no shalam, no shalom. Then the father hen will call his chickens home. The wise man will bow down before the thrown. And at His feet they'll cast their golden crowns.
When the Man comes around
 
Hasta el Día del Juício Final, no tendrás paz, no habrá paz. Luego, el gallo llamará a sus pollitos al corral. El  sabio se inclinará ante la lanza. Y a sus pies depositará sus coronas de oro.
Cuando El Hombre esté próximo.

Corrimos, bajo ese sol que cada vez subía más, y que calentaba con un rigor creciente. Estábamos  agotados, el sudor nos empapaba, pero no podíamos permitirnos el descanso.  Cuando llegaromos al valle y miramos arriba, pudimos verles en movimiento. No paraban, y parecía que iban en nuestra dirección. Se ve que la carne de Joaquín y la de Pablo les había parecido un estupendo piscolabis.

No, no podíamos permitirnos un descanso, ni tan siquiera buscar una sombra. El sol no detenía a nuestros perseguidores, aún más, parecía darles más energía. Teníamos que darnos mucha prisa. La carretera principal estaba próxima, si aguzabamos el oído nos llegaba el rumor de los camiones lanzados a toda velocidad.

Fue entonces cuando Lola se desmayó. No podía más. El cansancio y las emociones fueron superiores a las ganas de salir de allí. Aún tenía manchas de los sesos de Joaquín en su vestido. Del padre de su hijo, que llevaba dentro, y que impedía que su paso fuera tan ligero como el de sus compañeros.

Fermín y yo construyeron unas improvisadas parihuelas y subimos el cuerpo exánime de Lola sobre él. Continuamos la marcha, otra cosa hubiera sido un suicidio.

Whoever is unjust let him be unjust still. Whoever is righteous let him be righteous still. Whoever is filthy let him be filthy still. Listen to the words long written down.
When the Man comes around

Quien es injusto, que siga siendo injusto. Que el justo, lo siga siendo. Quien sea inmundo, sea inmundo. Escuchad las palabras escritas hace tanto tiempo.
Cuando El Hombre esté próximo.


Las chicas apenas podían continuar. Las zapatillas blancas de Nuria ya estaban rojas, la sangre de sus pies las teñían de forma inmisericorde. Pero eran mozas bravas, duras. Más duras aún que ellos. Sobreviviríamos todos, o todos moriríamos aquí.

Pensé por un momento dejar que llevasen mi extremo de la parihuela entre Andrea y María, y así poder volver, martillo en ristre, a cargarme a unos cuantos de esos monstruos y así frenarles. Pero era consciente de que poco o nada iba a ralentizar su avance, y que mi muerte sería, además de horrible, gratuita.

Si al menos hubiéramos cogido los malditos teléfonos... Aquí ya tendrían cobertura, y aunque quizá lo que nos mandaran fuera una ambulancia del psiquiátrico, que lo que nos había pasado les costaría mucho ser no entendido sino meramente creído, al menos ya estaríamos a salvo.

Y pasó. Nuria finalmente se fue de bruces al suelo. Al andar mal, era fácil que tropezara. Parece que se había torcido un tobillo. Cargué con ella a hombros, mientras las dos chicas le sustituyeron en la improvisada camilla.

A punto de reventar llegamos a la carretera. Y no vi más. Mis ojos se nublaron y me derrumbé, tan largo como era, en el suelo. El agotamiento y el sol pudieron conmigo.

In measured hundred weight and penny pound
When the Man comes around.

En toneladas y gramos medidas.
Cuando El Hombre esté próximo.


Desperté en mi cama de la cabaña. La luz se filtraba por entre las ranuras de la persiana de madera. Todo ha debido ser un sueño. Un sueño provocado por la insolación que he pillado corriendo bajo el sol, con éste calor, todo el día. Que tonto he sido. Menuda pesadilla.

Llamaré a María para decirle que estoy mejor.

- “¡María! ¡María!”

Entonces escuché esos disparos. Me incorporé, me asomé para ver el exterior de la cabaña a través de los resquicios que la persiana dejaba a la ventana y ¡Dios mío! ¡los ví! ¡los seres de mi pesadilla! ¡estaban aquí!

And i heard a voice in the midst of the four beasts, and i looked and behold: a pale horse, and his name, that sat on him, was death, and hell follwed with him.

Y escuché una voz en medio de las cuatro bestias, y miré, y vi  un caballo pálido, y el nombre de quien estaba sentado sobre él, era la muerte, y tras él, tan solo el infierno le seguía.



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